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El Rey de Corazones

pantocratorLa Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: 11-20-16

La Paz Sea Con Ustedes,

Durante los últimos dos fines de semana hemos estado discutiendo como es que la salvación que ha sido ganada para nosotros por Jesucristo, y que será experimentada en su plenitud al fin de los tiempos, también se puede vivir y experimentar comenzando aquí y ahora.  Hemos visto que es en vivir una vida de obediencia amorosa a Dios, en unión con y con la ayuda-agraciada de nuestro Salvador Jesucristo que esta clase de vida es posible vivir.  Tan difícil como esta idea es de comprender mentalmente, es más difícil de llevar a cabo en práctica por muchas razones desde la influencia de la sociedad hasta nuestra tendencia a colocarnos al centro de nuestras vidas y hacer de nuestros intereses el bien supremo al que dedicamos todos nuestros esfuerzos.  Es por esta razón que, habiéndonos alertado al hecho de que por nuestra misma naturaleza somos criaturas de amor desinteresado, la  Iglesia nos recuerda de quien es que recibimos tanto nuestro principio como a quien es que luchamos para alcanzar al final.

Tristemente, como una sociedad actualmente nos enfrentamos con las dificultades de división tanto a nivel nacional como internacional.  Mientras que esto no es nada nuevo a la historia de la civilización humana, la rapidez y la facilidad con la que nos condenamos unos a otros a través de los medios de comunicación sociales lo es, y esto es algo que se debe lamentar.  Un instrumento que podría servir como un medio para reunirnos en dialogo constructivo se utiliza como medio de destrucción.  Hoy en día es una hazaña si pasan unas pocas horas de nuestro día sin ser testigos o partidarios de un discurso público que tiene como objetivo nada más que derribar al prójimo.  ¿Por qué? ¿Qué ganamos con esto? ¿Qué victoria hay en la discordia? ¿Por qué encontramos tan difícil escucharnos unos a otros? La razón por la que perseguimos este camino que no nos lleva a ninguna parte es que no tenemos absolutamente ninguna idea de la razón por qué estamos aquí (ni siquiera nos hacemos esta pregunta ya), mucho menos a donde es que vamos.  En lugar de tomar el tiempo para darnos cuenta de que por nuestra naturaleza tenemos un objetivo común, nos miramos a nosotros mismos para ver qué es lo más agradable para nosotros en cualquier momento.  Este quebramiento es precisamente la razón por la que la fiesta de hoy nos puede servir como un bello propósito curativo despertándoos a la realidad que a pesar de lo que se trate la corriente conversación publica, por nuestra propia naturaleza, estamos destinados para algo radicalmente diferente.

Hoy, la Iglesia celebra La Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, una celebración que fue instituida en 1925 por el Papa Pio XI.  Mirando el documento que instituyo la celebración, es interesante notar que las razones dadas para tal celebración son tan aplicables hoy como lo fueron hace 91 anos.  Es bastante obvio al leer el documento que la Iglesia estaba mirando alrededor y viendo muchas de las mismas cosas que vemos hoy, incluyendo líderes de naciones que parecían tener sus propios intereses en mente en lugar de servir a la gente bien.  Viendo esto, el Papa quiso recordarle a la gente un par de cosas.  En primer lugar, a pesar de lo que los líderes piensen de sí mismos, de hecho no tienen autoridad absoluta sobre las vidas de las personas que gobiernan o incluso ni de sus propias vidas para prescindir de ellas como ellos deseen.  En cambio, el Papa deseo recordarles que no había “ninguna diferencia en este asunto entre el individuo y la familia o el estado; porque todos los hombres, ya sea colectivamente o individualmente, están bajo el dominio de Cristo” (Quas Primas 18).  Además, les recordó a los líderes que una nación es feliz cuando su pueblo vive en concordancia entre sí, y afirmo que solo Jesucristo es el “autor de la felicidad y verdadera prosperidad para cada hombre y para cada nación,” y por lo tanto si los gobernantes de las naciones desean preservar su autoridad, promover y aumentar la prosperidad de sus países, no descuidaran el deber público de dar reverencia y obediencia a la regla de Cristo” (ibid).  Lo que el Papa reconoció aquí y de lo que aún no se da cuenta la sociedad en general es que solamente reconociendo el orden de las cosas creadas y aprendiendo a ver la belleza en ellas podremos encontrar la paz como una sociedad.  Este proceso de reconocimiento comienza con la humildad; una humildad que reconoce a Cristo como Rey del Universo.  ¿Por qué? Porque él lo hizo, y lo hizo con cierta orden de belleza que solo puede ser realizada cuando toda la creación lo busque juntos.

Ahora, me doy cuenta de que como miembros de una sociedad post-moderna, casi instintivamente nos encojemos ante la idea de que hay un poder superior en nuestras vidas que nosotros mismos.  Lo que es gracioso es que nosotros parecemos pensar que fue por miles de años de experiencia e investigación que hemos llegado a esta conclusión, pero una lectura casual de Génesis 2 les dirá que la familia humana ha buscado erróneamente esto desde que caminamos en la tierra por primera vez.  Estaba equivocado entonces y está equivocado ahora, y la razón por la que cometemos este error es que no reconocemos que clase de rey es que vivimos bajo de su autoridad.  Así que la pregunta es, ¿Qué clase de rey es Jesucristo? En Quas Primas, El Papa Pio XI escribe que ‘Jesucristo es el Rey de los Corazones’ (p. 7), y como nuestro Evangelio de hoy nos señala, el reina desde el trono de la cruz.  El hace la cruz su trono por una razón y una sola razón, y es que es precisamente la cruz que de una manera como ninguna otra tiene la capacidad de demostrar la profundidad y amplitud de su perfecto amor.

Además de la Solemnidad que celebramos hoy, también celebramos el fin del Jubileo del Ano de Misericordia proclamado por El Papa Francisco, y la primera línea del documento que proclama este Jubileo añade a nuestra comprensión del tipo de Rey que es Jesucristo.  El Papa Francisco comienza el documento Misericordiae Vultus escribiendo que “Jesucristo es el Rostro de la misericordia del Padre,” y rápidamente añade que por sus palabras, sus acciones y toda su persona, Jesucristo revela la misericordia de Dios. (p.1). ¿Qué es la misericordia de Dios? Sencillamente la misericordia de Dios es el Amor que es Dios mirando al pecador.  Si, Jesucristo revela algo de la naturaleza de Dios que es tan asombrosa y extraordinaria que ni siquiera habríamos imaginado o esperado si no hubiese sido revelado por el Hijo de Dios Encarnado.  Eso es, como San Gregorio de Nyssa dice, “el amor del hombre es una marca propia de la naturaleza divina…” (Discurso sobre la Instrucción Religiosa, p. 15); en otras palabras, Dios, por su propia naturaleza, es filantrópico, amante de la familia humana.  Y el deseo tanto demostrar su amor para la familia humana que estuvo dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso ir hasta el extremo de experimentar una muerte trágica y horrible para que al mirarle seamos motivados a amarle de regreso.  Pues como San Agustín escribe, “no hay nada que invita el amor de otra persona más que tomar la iniciativa de amar…” (De catechizandis rudibus, 4,7).  Esto es precisamente lo que vemos experimentado por el ladrón crucificado al lado de Jesús en nuestra lectura del Evangelio de hoy.  Habiendo sido agraciado con un asiento en la primera fila para ver el misterio de la salvación, el ladrón reconoce tres cosas que son clave.  La primera no podemos ver y es lo que se acaba de explicar; i.e. mirando a Jesucristo, el ladrón fue despertado al amor que es Dios.  En segundo lugar, el ladrón quiere responder de la misma manera pero porque ahora ve lo que el amor verdadero es, se da cuenta de lo corto que ha estado a vivir una vida de amor y siente que no es capaz de amarle a cambio.  Es por este reconocimiento de haber fracasado en amar, que le dice al otro crucificado con ellos: “¿No temes a Dios tú, que estas en el mismo suplicio? Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho, pero este no ha hecho nada malo” (Lucas 23:40-42).  Finalmente, este hombre sabe que debe amar, pero que no puede hacerlo sin ser amado primero, y así dice “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino” (Lucas 23:42).  En este hombre vemos el poderoso impacto que Dios desea tener en todos los corazones al haberse levantado como el signo del amor de Dios ante el mundo entero.

Amigos míos, ¡este es el maravilloso acto de amor que celebramos este día! Porque tenemos un Rey que desea no ser servido, sino servir (Mateo 20:28 y Marcos 10”45); un Rey que dio su vida por amor a nosotros (Juan 15:13); un amor que desea la vida en plenitud para aquellos que son amados (Juan 10:10); y un Rey que como Creador sabe que la verdadera libertad solo se puede tener viviendo una vida de amor (Gálatas 5:13-14).  Y así hoy, la Iglesia sostiene ante el mundo entero el rostro de la misericordia de Dios, Jesucristo, y lo proclama Rey del Universo, no para que temblemos ante el con temor, sino que al mirar el rostro del Rey de los Corazones, nuestros corazones sean motivados a amarlo en cambio, y amándolo a el amarnos unos a otros.  Haciéndolo así, atendemos a las necesidades de hoy, y al mismo tiempo proveemos un excelente remedio para la peste que ahora infecta a la sociedad’ (Quas Primas, 24).  Por cada vez que elegimos responder al Amor en amor, nos movemos un paso más cerca a realizar el reino que Jesucristo vino a proclamar (Marcos 1:15).

Su sirviente en Cristo,

Tony

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Encontrando Unos a Otros en la Belleza

Beauty CrossXXIII Domingo Ordinario: 9-4-16

La Paz Sea Con Ustedes,

Como hemos visto las semanas pasadas, recibir formación pedagógica de Jesús es desafiante, por decir lo menos.  Al mismo tiempo, oímos a nuestro Señor advirtiéndonos de las dificultades que se les esperan a aquellos que escogen a seguir por el camino que Él recorre, y también oímos de la paz y esperanza que la vida de discipulado nos puede traer.  El mensaje que oímos este día no es menos desafiante, y en realidad, marca un crucero mientras caminamos y aprendemos a los pies del Maestro de Nazaret.

Para darnos cuenta de lo profundo de lo que está ocurriendo en el Evangelio de hoy, les pido que se imaginen que ustedes están en esa escena.  En el transcurso de las últimas semanas, hemos encontrado las palabras del Rabino de Nazaret desafiantes, misteriosas e intrigantes.  Tal vez debido a los dos últimos aspectos, ustedes como muchos otros, han decidido a acompañarlo por un tiempo más.  Mientras caminas en medio de un grupo de casual conocidos que constituyen un gran grupo de apóstoles ligeramente conectados de Jesús, Él se para, voltea a ver al grupo, y les dice, “Si alguno quiere venir a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, sus hermanos y hermanas, e incluso a su propia persona, no puede ser discípulo mío” (Lucas 14:26).  Si algún murmullo quedaba cuando Jesús se paro en seco, ahora se vuelve en silencio.  Volteas a ver a la persona a tu izquierda y a la de tu derecha confundido, como pidiendo una explicación, solo para darte cuenta que hasta la última persona en la multitud comparte tú mismo sentimiento.  ¿Qué está pasando?  La dificultad con las palabras que Jesús dice, se complican aún más cuando sigue hablando, diciendo “El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío” (Lucas 14:27).  El silencio que aturde, ahora se convierte en susurros de pánico, una sensación de desconcierto y terror se extiende por todo el grupo.

Ahora, para el lector y/o el oyente de hoy en día, en la apertura de la lectura del Evangelio de hoy, le puede parecer como que yo estoy exagerando lo que pudiera haber pasado en esta ocasión.  Sin embargo, este es el caso solamente con nosotros. Para nosotros, la cruz se ha convertido en un símbolo manso de nuestra afiliación religiosa, sin ninguna verdadera importancia práctica, ya que nunca hemos sido testigos de una crucifixión.  Sin embargo, para un Judío del primer siglo, este no era el caso.  Mejor dicho, para un Judío del primer siglo, la cruz no era un mero símbolo, sino que era un instrumento aterrador de tortura ejercido por los ocupantes Romanos para mantener el orden.  Si algún Judío se atrevía a pensar dos veces antes de tratar a subvertir a las autoridades Romanas, la cruz era un recordatorio constante: Si nos enfadas, te crucificamos.  Si, la cruz era un instrumento de tortura, y un instrumento de soledad.  Y para la consternación de aquellos en la multitud que te acompañan este día, parece como si Jesús los llama justo a eso.

Para acentuar la realidad de sus palabras, Jesús luego habla de los planes que la gente hace antes de emprender un gran proyecto, Él usa los ejemplos de la construcción de una torre y de ir a la guerra.  Luego concluye Su mensaje con las palabras: “Esto vale para ustedes: el que no renuncia a todo lo que tiene, no podrá ser discípulo mío” (Lucas 14:33).  El mensaje está claro, Jesús nos pide que consideremos lo que verdaderamente significa ser su discípulo, y si o si no estamos realmente comprometidos a la misión, y por lo tanto tenemos que tomar una decisión.  De todas maneras, antes de que perdamos la esperanza por completo, vamos a considerar que es lo que dice aquí Jesús, y para un poco de ayuda en esto, podemos referirnos a nuestra segunda lectura de Pablo.

La segunda lectura de hoy proviene de la carta de Pablo a Filemón.  El tema se refiere a un cierto individuo llamado, Onésimo, quien es al parecer, un esclavo fugitivo a quien Pablo tomo bajo su cuidado.  Es la intención de Pablo de regresar a Onésimo otra vez con Filemón, al hacerlo, también envía sus palabras escritas, en la forma de esta carta.  Para fin de apreciar lo que está pasando aquí, tenemos que entender que en la época Romana, el castigo para un esclavo fugitivo era la muerte. Y, sin embargo Pablo está dispuesto a regresar a Onésimo con Filemón.  Usted se puede preguntar, ¿está Pablo fuera de su mente? Una pregunta razonable, a menos de que ya usted supiera que Filemón y los de su casa eran probables miembros de la Iglesia Cristiana en Colosas.  Por lo tanto, cuando mandó a Onésimo de regreso con Filemón, Pablo estaba confiado en que Filemón actuaria con la misma caridad y misericordia Cristiana que el mismo había encontrado en Cristo.  Pablo escribe: “Tal vez esta es la razón por la que estuvo lejos de usted por un tiempo, para poder tenerlo para siempre a su regreso, ya no como un esclavo, pero más que un esclavo, como un hermano querido, amado especialmente por mí, Pablo, pero aún más para usted, como hombre y en el Señor” (V. 15).  Es esta línea que tiene especial poder explicativo con referencia a las palabras difíciles de nuestro Señor que escuchamos anteriormente.  Fíjense en lo que Pablo le escribe a Filemón, ‘estuvo lejos de usted por un tiempo, tal vez para que al su regreso, él se pudiera quedar para siempre, no como esclavo, sino como hermano y como hombre (i.e. un individuo con plena dignidad) en El Señor.’

Mis amigos, el mensaje de Jesús este fin de semana nos dice la misma cosa. ¿Tiene Jesús deseos de que nosotros odiemos a nuestra familia? ¡Absolutamente que no! Lo que está diciendo es que si nos apegamos a cualquier cosa, a nuestra familia o incluso a nuestra propia vida, ¡lo hemos perdido todo! Ya que es solo en la persona de Jesucristo crucificado que lo podremos ganar todo.  Como lo ven, Jesús es el ejemplo perfecto de lo que significa ser humano precisamente debido a la cruz.  Con la oportunidad de la cruz, Jesús tiene una manera de mostrarnos su amor de una manera radical y total, la cruz se convierte en ese momento cuando la belleza humana se muestra en su totalidad, porque no hay amor más grande que este (cf. Juan 15:13).  Es imitando esta belleza que podremos, a la misma vez, hacernos aún más humanos y alcanzar la habilidad de poder ver el contenido de belleza en todo a nuestro alrededor.  La consecuencia de esta imitación, es que nosotros lograremos a poder reflectar la belleza de Aquel que Es belleza, y viéndolo a Él lograremos a poder ver la belleza a todo a nuestro alrededor reflectada por Su mirada, permitiéndonos a ver a nuestros seres queridos como verdaderamente lo son, no solamente como tías, tíos, primos, hermanos o padres, sino que los veremos cómo reflexiones de la verdadera belleza que se encuentra solamente en Él quien nos amó hasta la muerte, aun una muerte en la cruz.

Su sirviente en Cristo,

Tony

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Ascendiendo La Montaña

Mountain ClimberXXI Domingo Ordinario: 8-21-16

La Paz Sea Con Ustedes,

La semana pasada, oímos el mensaje inquietante que el camino de discipulado es muy a menudo solitario ya que viviendo una vida de acuerdo con el evangelio nos lleva a vivir de una manera que no solamente es muy diferente a la del resto del mundo, pero en muchos casos, va contra de lo que enseña el mundo, conduciendo a persecución en varios grados.  Este fin de semana, encontramos un mensaje que a la vez continúa el tema que el discipulado es difícil, y nos ofrece palabras consoladoras de inclusión.

En nuestra primera lectura de Isaías se nos da esperanza con un mensaje de inclusión.  De allí, encontramos al profeta relatando el mensaje que Dios vendrá a juntar a todas las naciones y lenguas para que vengan a adorar en Su montaña santa, es un mensaje similar al que oímos a Jesús expresar en el evangelio de hoy (cf. Isaías 66:18 y 20, Lucas 13:29).  Que este es un mensaje de esperanza es muy obvio, dando que en esta época en que casi no pasa un día que no oímos de algún acto de violencia siendo cometido por un pueblo contra otro, muy a menudo afirmando que es su ideología religiosa que les llama a actuar de tal manera.  Siendo este el estado de asuntos mundiales, es al mismo tiempo difícil imaginar una situación en la que todos los pueblos se reúnen para adorar a su Creador en paz, pero es un mensaje en el cual nos gustaría tener esperanza.  Sin embargo, este mensaje de esperanza no termina aquí.  Porque no es solo la restauración de la paz de lo que habla el profeta, sino, que es la restauración de la familia humana a su legitima relación con nuestro Dios.

Desde el principio de la historia de la salvación en Génesis a su culminación en el Calvario, ha sido la intención de nuestro Dios que vivamos en perfecta armonía con Él y también unos con otros.  Perfecta armonía con nuestro Dios implica que Le ofrezcamos apropiada alabanza, i.e. que cometamos toda nuestra vida y todo lo que se nos ha dado como completa ofrenda amorosa para Él.  Por esta razón, cuando nos damos cuenta que alabanza apropiada no se le ofrece a Dios (e.g. la ofrenda de Caín), que la familia humana ha tomado pasos para ganar sus propios diseños en vez de el propósito para el cual han sido creados (e.g. en Babel), o que la gente ha sido prevenida de dar alabanza a su Dios (e.g. Éxodo), Dios interviene para que esta situación sea remediada.  La culminación de tal intervención toma lugar en el Calvario, donde el tendió un puente entre el abismo del cielo y de la tierra con su entrega total de sí mismo en nombre de la familia humana, el Unigénito Hijo de Dios respira por última vez diciendo, “Todo está cumplido” (Juan 19:30).

Lo que encontramos aquí, son las acciones de un amante en nombre de su amado, un amado tan querido que el amante hará todo lo posible en su poder para eliminar todo lo que los separa.  Dicho esto, al igual que con cualquier amor verdadero, el amante no forzara a el amado a que lo elija a él.  Aunque el está dispuesto a hacer todo lo que pueda para hacer esta unidad posible, el sabe que no puede existir ninguna relación si no es elegida libremente.

Podemos preguntar, ¿si este es realmente el caso, entonces porque dice Jesús esas palabras ominosas en el evangelio de hoy, donde lo encontramos diciéndonos que ‘muchos no lograran a entrar por la puerta angosta,’ forzados a permanecer afuera de la casa del Padre, esencialmente rechazados por el (cf. Lucas 13:24 y 27)?  Después de todo, ¿si Dios realmente quiere estar con nosotros, que realmente importa lo que hagamos?

Mis amigos, la respuesta es bastantemente simple.  Solo hay una manera para demostrarle activamente a Dios que en realidad, lo amamos, y eso es amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo, como a nosotros mismos (cf. Lucas 10:27).  Si deseamos saber cómo se ve cuando  amamos a Dios y al prójimo de esta manera, solo tenemos que mirar a un lugar, la Cruz.  Es la Cruz la que nos sirve como modelo para el éxito, por así decirlo.  Porque, solo aquellos que están dispuestos a renunciar en totalidad de sí mismos por amor de los demás, que se puede decir que verdaderamente aman a Dios, como nos dice Jesús muy conmovedoramente en El Juicio Final (Mateo 25:31-46).

Desde luego, esto se oye mucho más fácil de hacer de lo que realmente es poner en práctica.  Después de todo, no hemos sido llamados a amar solo a aquellos que nos aman, sino a amar a todos, i.e. desear el bien absolutamente para todos.  Y, dado el mensaje que oímos el pasado fin de semana, si elegimos vivir una vida de acuerdo con el evangelio, es muy probable que vamos a pasar una gran cantidad de tiempo y energía amando a los que no corresponden esta buena voluntad.  Es por esta razón que el autor de Hebreos nos dice hoy que debemos ver a nuestras adversidades como disciplina, porque es este aumento en disciplina que algún día nos llevara a ‘compartir de la santidad de Dios’ (Hebreos 12:10).

 

¡Mis amigos, compartir de la santidad de Dios, no es otra cosa que compartir en su propia vida! Es esto para lo que hemos sido creados, y es en realidad un llamado glorioso.  Es más, es un llamado que todos compartimos independientemente de raza o credo, porque es nuestro llamado mutuo como seres humanos.  Sin embargo, hay que recordar que no es en nuestras condiciones que subimos a la montaña de Dios donde vamos a compartir de su vida eterna.  Mejor dicho, esta montaña solo se puede escalar siguiendo los pasos de aquel que es el Camino, Jesucristo.  Este domingo es el Camino quien nos dice que muchos no entraran por esta puerta estrecha.  ¿Por qué? Ellos verán hacia a donde llevaron sus pasos y verán un lugar de sufrimiento y muerte, en lugar de verlo como lo que realmente es; el lugar de amor total, felicidad completa y vida eterna.  Este domingo, escoge a ver lo que muchos no ven y vive lo que ves.  Al hacerlo así, no solamente se te asegurara que el camino que sigues conduce a una vida de gloria, pero que el amor que vives también llevara a todos, al mismo tiempo, a un paso más cerca de unos a otros, y también a un paso más arriba en la montaña de Dios.

Su sirviente en Cristo,

Tony