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Levantando a los Caídos

Primer domingo de Cuaresma: ciclo A

La Paz sea con Ustedes,

Este domingo celebramos el primer domingo de Cuaresma.  Habiendo dicho esto, no debemos pensar ni por un minuto que la transición a una nueva temporada litúrgica marca un cambio abrupto en lo que la Iglesia tiene que ensenarnos acerca de quién es Dios y quienes estamos destinados a ser, como es revelado más conspicuamente en Jesucristo.  Pues mientras que la Temporada de Cuaresma enfoca nuestra atención directamente en el significado de la Pasión del Señor, su Muerte y su Resurrección, no debemos pensar en estos acontecimientos como si fueran dispares de la Encarnación o de cualquiera de los otros acontecimientos en la vida de Jesús.  En su lugar debemos de pensar en ellos como todos cantando en concierto, cada evento sonando una diferente nota reveladora en el opus de Dios conocido como la historia de la Salvación.

Por esta razón es bueno que recordemos que entramos en la Temporada de la Cuaresma en los talones de nuestra exploración del Sermón de la Montana del Señor.  Recuerden que se dijo que la vida a la cual Jesús nos llama en este Sermón representa una nueva manera de como ver la vida, dándole carne, por así decirlo, a su llamado a el arrepentimiento (N. B. recuerden que arrepentimiento es traducido del Griego, metanoeite, que literalmente significa cambiar de opinión).  Además, recuerden que dijimos que el Sermón de la Montana es una exposición reveladora de la ley eterna, que explica como las cosas son destinadas a funcionar.  La semana pasada el catequices ontológico alcanzo un punto culminante cuando Jesús nos pidió que viviéramos en total dependencia de Dios de acuerdo con nuestra naturaleza, porque solo es en el que “vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 17:28) en un sentido más literal de lo que nuestra experiencia existencial sugeriría.  Este fin de semana, Jesús continúa el crescendo iniciado el pasado fin de semana, pero esta vez acompañado por el acompañamiento armónico de su vida.

Dada la asociación popular que estos textos se leen pobremente, vale la pena señalar que la tradición de la Iglesia, comenzando con los Padres, siempre ha leído estos pasajes alegóricamente o tipológicamente, lo que significa que están destinados a transmitir una profunda verdad precisamente de esta manera.  Esto no sugiere una contradicción con la ciencia sino que nos relata una verdad sobre la vida humana de una manera teológicamente correcta, dejando la ciencia detrás de ella al estudio de la ciencia, su propia esfera.  Aquí simplemente observamos que no son contradictorios y dejamos el asunto al lado.

Con esto en mente, nos regresamos hasta el principio donde encontramos la misma verdad proclamada por Jesús la semana pasada en el Sermón de la Montaña en forma alegórica, i.e. que no tenemos vida aparte de la animación que la vida de Dios nos imparte.  Esto es lo que se indica cuando se nos dice que “YAVE Dios formo al hombre con polvo de la tierra; Luego soplo en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida” (Génesis 2:7, énfasis mío).  Fíjense aquí que Dios de ninguna manera envidia a la familia humana, sino que la da libremente de su pura bondad, una realidad  que se señala adicionalmente en que se nos dice que Dios le dice a nuestro primer padre, Adán,  “puedes comer todo lo que quieras de los árboles del jardín,” por supuesto con la infame excepción “del árbol de la Ciencia del bien y del mal,” de ese árbol, Dios le dice a Adán, “El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás” (Génesis 2:16-17).  Observen lo que está pasando aquí, Dios le ha dado a la humanidad una libertad inmensa, una libertad para la cual fuimos creados para disfrutar como Pablo nos recuerda (Galatos 5:1), solo poniendo ante ellos (Adán representando toda la familia humana) una prohibición, y una que podríamos considerar que se oye un poco extraña, y que podríamos tener la tendencia a dejarla al lado de inmediato como pura mitología.  Sin embargo, independientemente del género, la Biblia, nunca es un mito, pero como la palabra de Dios siempre es una afirmación de la verdad.  Entonces, ¿Cómo entendemos esta prohibición?

La prohibición es de abstenerse de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.  Aquí podemos ver una verdad ontológica pintada en forma alegórica.  El bien aquí indica la vida, el mal simplemente la falta de ella, de acuerdo con la comprensión del mal transmitido por pensadores como Agustín (Enchiridion, 11) y Gregorio de Nyssa (Cathechetical Oration, 7).  Así, lo que se le prohíbe a la familia humana es simplemente decidir como funciona la vida; Dicho de diferente manera, no podemos alcanzar y agarrar la vida como nuestra propia posesión, no porque Dios es codicioso como ya hemos visto, sino porque esa simplemente no es la forma en que Dios ha hecho que las cosas funcionen.  Entendido de esta manera, podemos fácilmente ver por lo que tal acción necesariamente terminaría en la muerte.

Luego observen lo que la serpiente le dice a Eva; sus palabras son astutas porque ella de inmediato le “ofrece” a nuestros primeros padres lo que no tiene medios para dar, y además, los medios que Dios ya les había dado para lograr si permanecen en relación con él.  Ella le dice a Eva, “No es cierto que morirán.  Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses” (Génesis 3:4-5).  Aquí el diablo está jugando con la palabra de Dios.  El diablo le dice a Eva que ella y Adán “serán como dioses,” si toman la vida por si mismos como es significado al comer del árbol.  Sin embargo, creados a la imagen de Dios, Adán y Eva fueron hechos para participar de la Vida Divina, y aún más, ¡su vida depende de que participen de ella! Por lo tanto, en su propia naturaleza, Dios les ha dado la capacidad de “ser como Dios,” y así cuando la serpiente les dice que serán como “dioses,” se oye intuitivamente correcto.  Sin embargo, en el intento de tomar la vida por su cuenta, de inmediato se convierten como todos los dioses de la historia humana, quienes “tienen boca y no hablan, ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen, ni siquiera un suspiro hay en su boca” (Salmo 135:16-17).  Una y otra vez, durante toda la historia de la salvación, desde los profetas como Jeremías hasta Jesús, la Palabra de Dios tratara de despertar a la familia humana de este estupor para que se den cuenta que la verdadera vida solo se puede tener con Dios (cf. Jeremías 5:2 y Marcos 8:18).

Lo que el diablo fue capaz de lograr engañando al primer Adán, lo vemos hacer de nuevo con el segundo Adán, Jesucristo, en nuestra lectura del Evangelio para hoy (cf. 1 Corintios 15-45).  Observen la hermosa simetría entre la lectura del Evangelio y nuestra primera lectura para hoy.  Justo antes de ser tentado por el diablo, Adán fue inhalado con el Espíritu de Dios animándolo (Génesis 2:7); Así también en nuestra lectura del Evangelio se nos dice que “El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo” (Mateo 4:1).  El escenario ha sido puesto para que Jesús comience su trabajo de recapitulación; i.e. de tomar toda la historia humana en un modo correctivo que reemplaza la desobediencia  de la familia humana con el correctivo de su obediencia, una idea que vemos en los escrituras de San Pablo (Efesios 1:10) y llevado adelante por el trabajo de Ireneo, este último, nos dice que Cristo, “…en Su trabajo de recapitulación sumo todas las cosas, a la vez, haciendo la guerra contra nuestro enemigo y aplastando al que al principio nos llevó cautivos en Adán…” (Contra las Herejías, Libro 5.21.2).  Así que ¿Cómo es exactamente que Cristo conquista al diablo?

Haciendo precisamente lo que él nos llamó a hacer el pasado fin de semana, i.e. siendo completamente obediente a Dios, que no es otra cosa que permanecer totalmente dependiente de él, y enfocarse exclusivamente en él.  Vemos esto en que las respuestas que Jesús da a cada tentación del diablo son formuladas por la Escritura; Deuteronomio 8:3, Deuteronomio 6:6 y Deuteronomio 6:13 respectivamente.  Fíjense por favor que todos los pasajes de Escritura citados por Jesús vienen de Deuteronomio, que refleja el nombre Griego deuteronomion, que significa “dar la ley por segunda vez.”     Esto se vuelve aún más significante cuando nos damos cuenta de la manera en que el diablo tienta a Jesús que es perfectamente paralela a la manera en que el tentó a nuestros primeros padres.  Primero, señala la comida para tentarlo, en un intento a que el Segundo Adán despegue sus ojos de Dios.  En segundo lugar, volteando la palabra de Dios; el Diablo en realidad erróneamente cita el Salmo 91 en la segunda tentación.  Y finalmente con la tentación de darles lo que Dios ya había prometido, pero con un giro de desorden.  Recuerden por ejemplo que en las Bienaventuranzas Jesús le asegura a la gente que los humildes heredaran la tierra, y que el reino de Dios le pertenece a los pobres de espíritu, el reino de Dios habiendo llegado a ser identificado sobre los anos con la persona de Jesús mismo, el que une la humanidad a Dios.  Aquí, el Diablo promete darle a Jesús los “reinos del mundo” si Jesús lo adora, prometiéndole otra vez a Jesús algo que intuitivamente se oye bien, pero es lo suficientemente desordenado como para eliminar la posibilidad de que esa promesa se cumpla agarrándola como para poseerla por su propia cuenta.  En breve, mientras que nuestros primeros padres se separaron de Dios por no vivir de acuerdo con la Ley, i.e. de la manera que Dios hizo las cosas; Jesús supera la tentación precisamente viviendo dicha Ley.

Dentro de estas tentaciones el diablo le lanza “todo lo que el mundo tiene que ofrecer” a Jesús, i.e. “la codicia del hombre carnal, los ojos siempre ávidos, y la arrogancia del éxito,” como nos dice San Juan (1 Juan 2:16).  Podríamos conocer estas tres como placer, poder, y egocentrismo; Jesús es tentado con la primera en la primera tentación, con la segunda en la final tentación, y con la tercera en la segunda tentación.  Y la única manera en que Jesús puede vencer estas tentaciones es permanecer enfocado en Dios y confiar en su promesa; i.e. permaneciendo humildemente obediente.  Cerca del comienzo de esta reflexión se menciona la importancia de leer la vida de Cristo en conjunto, y no como partes fracturadas.  Este episodio de la tentación en el desierto es un buen ejemplo.  Tradicionalmente, la Iglesia ha entendido toda la vida de Cristo como salvífica, y Maximus el Confesor nos ayuda a entender como con este episodio se puede decir que así es.  Como Maximus lo entendió, las tentaciones sufridas por Cristo en el desierto fueron ejemplares de la forma en que sano toda nuestra naturaleza humana, superando las pasiones desordenadas que con tanta frecuencia nos llevan al pecado, separándonos aún más de Dios (Ad Thalassium 21).

Amigos míos, este fin de semana, como comenzamos la Temporada de la Cuaresma la Iglesia tradicionalmente nos llama a enfocarnos en tres actividades principales, cada una destinada a imitar la manera en que vemos a Jesus superar las tentaciones del diablo en nuestro Evangelio de hoy.  Por ejemplo, Jesus fue capaz de superar la primera tentación al darse cuenta de que hay más en la vida que los placeres físicos, en este caso el placer de la comida, y así se nos llama a ayunar.  En la segunda tentación, Jesus fue tentado a convertirse en la preocupación central de su vida, y así se nos llama a rezar más.  Y en la tentación final Jesus es tentado con los poderes mundanos, y  nosotros en turno, se nos llama a dar limosna, regalando incluso lo que tenemos para reconocer que todo lo que posiblemente podríamos tener nos ha sido dado por Dios y por lo tanto debe de ser usado únicamente para su gloria.  Haciendo estas cosas no solo imitamos las acciones de Cristo, sino que nos asimilamos a su misma vida para la cual hemos sido creados, una vida que participa de la misma gloria de Dios.

Su sirviente en Cristo,

Tony

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La Venida de la Gloria de Dios

reign-of-godII Domingo de Adviento: 12-4-16

La Paz Sea Con Ustedes,

La semana pasada como comenzamos la temporada de Adviento, vimos que para estar verdaderamente preparados para darle la bienvenida a nuestro Salvador, debemos prepararnos para su venida viviendo de una manera que nos disponga a ser sus discípulos. Hacemos esto, como San Pablo nos recordó “poniéndonos la armadura de la luz” (Romanos 13:12).  Estas palabras tienen un par de connotaciones que son especialmente importantes para el mensaje que recibiremos hoy.  Primeramente, y lo más importante, nos recuerda el momento de nuestro bautismo, cuando fuimos reclamados para Jesucristo, y no solo fuimos hechos seguidores suyos, sino que también fuimos transformados y renovados a su semejanza porque como Él es la verdadera Luz del Mundo (Juan 8:12) nosotros también podamos llegar a ser luz en las tinieblas participando en Su Luz que es la Vida Misma (recuerden las palabras del Credo “Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios…”).  En segundo lugar, y consecuentemente “ponernos la armadura de luz no quiere decir nada más que “ponernos a Jesucristo” permitiéndole vivir a través de nosotros como Pablo tan a menudo nos llama a hacerlo.  ¿Cuál es la “armadura de Luz?” En su carta a los Efesios Pablo lo describe como ‘el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, poner el Evangelio de la paz a nuestros pies (para que guie nuestros pasos), el escudo de la fe, el casco de la salvación, y la espada del Espíritu (Efesios 6:10-17).  Poniéndonos esta armadura, al mismo tiempo imitamos la vida del Salvador y nos armamos para tomar parte en lo que vimos a C.S. Lewis llamar “una gran campaña de sabotaje,” (Mere Christianity, 46), es decir, estableciendo el Reino de Dios aquí y ahora, como la oración que Jesús nos enseno nos llama a hacer (Venga Tu Reino…Mateo 6:10).  Como vamos a ver se puede notar este mismo tema este fin de semana, veremos que es precisamente la venida de Jesucristo lo que nos trae el equipo que necesitamos para tomar parte en tal esfuerzo.

El evangelio de este fin de semana usa lo que algunos pueden ver como las imágenes oscuras que encontramos el pasado fin de semana donde Jesús hablo “del ladrón en la noche” que viene cuando menos lo esperamos (Mateo 24:43). Irónicamente, vimos que este ladrón es, en realidad, Jesucristo mismo, que viene a liberar a la humanidad de las garras del pecado y de la muerte que es el dominio (casa) del Diablo.  Este fin de semana, este tipo de advertencia viene de él que preparo el camino del Señor (Mateo 3:3), Juan el Bautista. En el Evangelio de hoy, oímos que el Bautista advierte a los líderes religiosos de su día diciendo: ¡Raza de víboras! ¿Cómo van a pensar que escaparan del castigo que se les viene encima?’ (Mateo 3:7).  Eso no es exactamente lo que podríamos pensar como buenas noticias Navideñas, ¿verdad? Pero tal vez deberían ser, déjenme explicar.  Vemos a Juan el Bautista diciéndoles a los Fariseos y a los Saduceos que deberían dejar de confiar de su estado terrenal y que en su lugar “Muestren los frutos de una sincera conversión” (Mateo 3:8).  La razón por la cual las palabras de Juan son tan terminantes es que él se da cuenta de lo que está por suceder, el Salvador que Israel ha estado esperando está a punto de llegar y si la gente no cambia seriamente su manera de pensar el vendrá y se ira justo como Jesús nos advirtió la semana pasada, como un ladrón en la noche.  Este cambio de pensar requiere que la gente ‘se arrepienta’ para darse cuenta que se han desviado de la forma en que Dios los llamo a vivir, y es imperativo que lo hagan inmediatamente para que puedan reconocer a El que vendrá después de Juan, trayendo consigo un don radicalmente transformador de vida, el Espíritu Santo (Mateo 3:11).  El mensaje de Juan es tan desesperado y fuerte porque él sabe que para recibir este Regalo de Vida requiere que reconozcamos que estamos en necesidad de tal transformación.  Si por otra parte pensamos que todo está como debe de ser, no estaremos adecuadamente dispuestos a recibir el regalo que el Salvador viene a otorgarnos.  La pregunta para nosotros es la misma.  ¿Cómo vemos la venida de Cristo? ¿Qué anticipamos que será su efecto?

Fácilmente nos envolvemos en las hermosas luces que adornan las casas, arboles, cercas, y faroles.  Nos esforzamos desesperadamente por comprar ese último regalo (o muchos de ellos) para poder intercambiarlos en reuniones familiares y empresariales.  Todo esto se dice ser parte del “sentimiento de Navidad” que por sí mismo suena como una cosa buena.  Pero otra vez, cual es el “sentimiento de la Navidad?” ¿Para qué es que nos esforzamos tanto en preparar? Si el “sentimiento de la Navidad” es simplemente para sentir la alegría, la emoción que anticipamos cuando estamos con nuestros seres queridos y amigos, acompañado de la ligera alegría de desenvolver un paquete maravillosamente envuelto, entonces podemos estar seguros de que esta Navidad será como la última.  Muchos de nosotros nos miramos unos a otros y nos decimos, “¡Que pronto se pasó! ¿A dónde se fue el tiempo?” ¿Por qué es esto? Me supongo que es porque generalmente nada pasa en Navidad que valga la pena.  Yo sé, esas no son palabras agradables a oír, (y tal vez que se me ha pegado la ira de Juan el Bautista), pero escúchenme.  Jesús no quiere que esta Navidad, o cualquier otro día de nuestras vidas sea igual que el resto.  Dios no se hizo hombre para entrar y decir “hola” para recordarnos que todavía está allí cuidando de nosotros desde algún lugar lejano, para que la respuesta propia en Navidad sea decirle hola educadamente y seguir muestro camino alegre como si fuéramos conocidos pasando unos a otros en la banqueta; una experiencia olvidable que podríamos decirle a nuestras esposas y niños casualmente en conversación “adivinen a quien vi hoy…” antes de discutir las cosas verdaderamente importantes como las cuentas y las promociones. ¡NO! Como dirían los Padres de la Iglesia de una forma u otra, ¡Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios! Si usted leyó esto y no reviso lo que se escribió otra vez, hay un problema.  Si eso no le explota la mente y hasta suena un poco herético, entonces esta Navidad pasara sin que pase algo que verdaderamente valga la pena.  Si, Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios. ¿Cómo sucede esto? Compartiendo en la vida misma de Dios a través de Su Don del Espíritu Santo.

Esta es la razón por la que el Hijo de Dios vino al mundo.  El tomo una naturaleza humana para que al sanarla de  la oscuridad del pecado y de la muerte la recrearía, disponiéndonos una vez más para poder participar en la vida para la cual fuimos creados desde el principio.  En otras palabras, al unirse hipostáticamente a la naturaleza humana, el Hijo de Dios hace posible que la familia humana se incorpore a la intimidad de la Vida Trinitaria.  Somos incorporados a esta vida en el bautismo del que habla Juan en el Evangelio de hoy.  Es el mismo Espíritu Santo que nos permite participar de la vida de Dios, dado a  nosotros a través del Hijo.  El Espíritu Santo es el Don que Jesús nos vino a otorgar.  Por esta razón la profecía de Isaías para este fin de semana habla de lo que tradicionalmente llegaron a ser conocidos como los dones del Espíritu Santo.  Estos dones no son otra cosa que las cualidades de Cristo que se hacen nuestras cuando recibimos el Don del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, fortaleza, piedad y temor de Dios.  Estas cualidades son parte integrantes de nuestro propio desarrollo como creaturas marcadas con el imago Dei en el momento de nuestra formación porque llevan a su madurez la vida de Dios dentro de nosotros.  Por esta razón, al escribir sobre el Sermón en el Monte, San Agustín emparejaba cada don con una bienaventuranza y una petición del Padre Nuestro, y de manera similar, San Tomas de Aquino las emparejaba con lo que el llamo “las virtudes capitales.” San Agustín añadiría que vivir una vida de virtud es esforzarse por la felicidad, y que “si la virtud conduce a la vida feliz, entonces no definiría la virtud de otra manera más que como el perfecto amor de Dios” (El Camino de la Iglesia Católica, página 22), mientras que San Gregorio de Nyssa iría un paso más allá a decir que ‘Dios es virtud.’

Amigos míos, lo que Dios tiene en mente para nosotros esta Navidad es una transformación radical, lo que Él quiere, en definitiva, es hacernos como El mismo. Y Él sabe que no podemos hacer esto por nuestra propia cuenta.  Él sabe que la única manera de llegar a ser como Él es que El primero se haga como nosotros.  Este es el significado de la época Navideña, y la época de Advenimiento es la anticipación de esa transformación.  Pregúntate a ti mismo ¿Qué pasaría si realmente me transformara  esta Navidad? Es difícil imaginarse, y para ponerlo simplemente, si nos permitiéramos ser transformados por la llegada de Cristo esta navidad (y todos los días), pasarían cosas que nunca nos podríamos imaginar.  Si queremos empezar a imaginar cómo sería esto, podríamos considerar las palabras de San Pablo que nos exhorta a “vivir en buen acuerdo, según el espíritu de Cristo Jesús.  Entonces ustedes, como un mismo corazón y una sola voz, alabaran a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:5-6).  Es difícil de imaginar tal harmonía en nuestro mundo de hoy, sin embargo, esto es precisamente lo que Isaías representa en nuestra primera lectura también, escribiendo que cuando el a quien el Espíritu del Señor aparezca: El lobo habitara con el cordero, la puma se acostara junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león, y un niño chiquito los cuidara…No cometerán el mal, ni dañaran a su prójimo en todo mi cerro santo, pues, como llenan las aguas el mar, se llenara la tierra del conocimiento de YAVE” (Isaías 11;6 Y 9).  Tal imagen, aunque increíble, es solo la punta del iceberg cuando se trata de lo que el poder de Dios puede hacer en nuestras vidas si lo dejamos.  Esta temporada, Dios desea mostrarle al mundo Su gloria, y ¡El desea demostrar Su gloria a través de ti! Porque la gloria de Dios es una persona humana viviente; y la vida de la persona humana consiste en contemplar a Dios” (San Ireneo, Contra las Herejías, BK 4.20.7).  El Hijo de Dios viene esta Navidad, ¿Lo contemplaras y aceptaras el Regalo de Su Vida, o le pasaras como a una persona común que encuentras en la banqueta?  Tu respuesta hará toda la diferencia en el mundo, no solo para ti, ¡sino que para todos con los que te encuentres!

Su sirviente en Cristo,

Tony

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La Misión de Rescate

the-rescue-missionI Domingo de Adviento: 11-27-16

La Paz Sea Con Ustedes,

El pasado fin de semana, nuestro año litúrgico culmino con la celebración de la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Allí vimos que el Rey que proclamamos es diferente de cualquier otro gobernante soberano, porque no viene ante todo a imponernos la ley, sino que, Él es el Rey de Corazones que viene a despertar nuestros corazones al amor, demostrando su amor por nosotros. Este fin de semana comenzamos un nuevo ano litúrgico con el comienzo de la Temporada de Adviento donde nos preparamos para encontrarnos con el Rey de los Corazones que viene al mundo a rescatar los corazones de los que el ama.

¿A quien no le encanta una buena y anticuada historia de una doncella en peligro? Como niños, crecemos escuchando cuentos de doncellas que necesitan ser rescatadas por un príncipe. Recuerden a Blanca Nieves, La Bella Durmiente, Cenicienta, o más recientemente, Fiona en Shrek. Y quien se puede olvidar de cuando jugábamos los clásicos juegos de video Nintendo Super Mario Brothers, donde la misión era de navegar a Mario por un mundo de extrañas plantas come- plomero, gobernado por koopas malvadas con el fin de rescatar a la Princesa Peach para poder vivir felices para siempre. Podríamos añadir a la lista personajes como Mary Jane de Spiderman, la Princesa Leia de Star Wars, Ann Darow de King Kong, y Kim Mills de Taken, la lista podría seguir y seguir. El punto es que nos encanta una buena película de rescate. Fácilmente, nos encontramos captivados en un cuento que cuenta de un héroe haciendo todo lo que puede para salvar a la que ama, nos preguntamos: ¿Que tendrá que hacer para cumplir su misión? ¿Hasta dónde tendrá que ir? ¿Qué riesgos tendrá que tomar? ¿Saldrá todo bien al final? Nuestros corazones corren como animamos al héroe y esperamos que él logre su misión aun cuando las cosas parezcan desesperadas, todo el tiempo esperando que los escritores no nos hayan decepcionado: ¿Esto no podría posiblemente tener un final triste, o sí? nos preguntamos.

Como comenzamos un nuevo ano litúrgico es importante no perder la vista del drama que se desarrolla ante de nosotros. Muy a menudo, vamos a Misa o a un servicio el domingo y nos encontramos aburridos. Bostezamos, intentamos a echar un vistazo a nuestros teléfonos o reloj a ver cuánto tiempo más falta hasta que nos “dejen libres” de la monotonía de estar sentados en una banca de madera rodeados de cuerpos como zombis, tal parece que todos experimentan el mismo letargo. El problema es que no reconocemos el drama que se nos está siendo proclamado y en el que estamos participando, no solo en ese momento, pero en cada momento de nuestras vidas, todo a partir de ahí mismo de esa banca de madera. Si realmente comprendiéramos lo que está pasando, no tendríamos que arrastrarnos a la Iglesia los domingos, llegaríamos temprano, nos sentaríamos al borde de nuestros asientos esperando a escuchar la próxima parte de la historia, de la misma manera que un niño le pide a sus padres que lean un capitulo más antes de apagar la luz para dormir. La Iglesia se da cuenta de esto, y hace todo lo posible para establecer el drama para nosotros en la presentación del calendario litúrgico. Sin embargo, sino nos permitimos a participar en el drama, no solo nos perderemos la mayor parte de la historia más hermosa de amor que jamás haya sido contada, nos perderemos de las vidas para las cuales fuimos creados a vivir, vidas que desempeñan un papel único en el drama de la Divina Providencia. Ese drama comienza hoy.

Nuestra primera lectura de hoy del Libro de Isaías es el equivalente de un mensaje de autodestrucción de Misión Imposible que le presenta la misión a nuestro héroe. Allí, oímos al profeta decirnos que es lo que la venida de nuestro héroe traerá, y es un mensaje que todos debemos esperar, y además, es un mensaje en el que todos debemos reconocer que necesitamos la fuerza de un verdadero Salvador para poder llevarlo a cabo. El mensaje que oímos es la visión del profeta de la culminación del mundo, el fin de la historia de amor. Los días vienen, se nos dice, cuando “el cerro de la casa de YAVE encabezara a los otros montes y dominara los lugares más elevados. Irán a verlos todas las naciones” (Isaías 2:2). En esa montaña, se nos dice, no solamente ya no habrá guerra, pero hasta la posibilidad o amenaza de guerra se desaparecerá y será reemplazada por la paz para siempre. (Isaías 2:4). Es esta paz universal que El Rey de Corazones, nuestro Salvador- heroico, viene a iniciar. Podríamos darle un vistazo a esta profecía y nos preguntamos cómo esto es posible con todas las terribles cosas que están pasando en nuestro mundo hoy en día, y seguramente que había muchos en Israel en el tiempo que Isaías primero les dijo de su visión quienes se preguntarían la misma cosa. Ellos miraban a su alrededor como lo hacemos nosotros, y se preguntarían que es lo que se necesitaría para poner las cosas bien otra vez. Ellos sabrían, como nosotros, que algo dramático necesitaría pasar, pero nunca se imaginarían la solución, una solución tan impresionante que aun después de 2,000 años todavía tenemos que entender lo que realmente sucedió porque si lo entendiéramos, el mundo se vería mucho más diferente.

En nuestro mensaje del Evangelio de hoy, escuchamos a Jesús hablando acerca de que tan inesperada y hasta misteriosa es la solución a los problemas que el mundo se enfrenta. Allí encontramos a Jesús diciéndoles a sus discípulos, “Por eso estén despiertos, porque no saben en que día vendrá su Señor” (Mateo 24:42). Es interesante fijarnos que en su contexto histórico, Jesús les está diciendo a sus discípulos acerca de su segunda venida, y sin embargo la Iglesia elige usar este pasaje en particular para el primer Evangelio de Adviento, ¿Por qué? La razón es que su primera venida fue tan inesperada que muchos todavía tienen que darse cuenta de que sucedió. Jesús lo describe así: “Fíjense en esto: si un dueño de casa supiera a que hora de la noche lo va a asaltar un ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto en su casa” (Mateo 24:43). Si el pasaje parece un poco misterioso, debería. ¿Quién es este ladrón de quien habla Jesús? Tal vez sería mejor primero preguntar ¿quién es el maestro de la casa? Dado que Jesús está hablando, podríamos asumir que el amo de la casa es Dios, pero estaríamos equivocados. Dos veces en el Evangelio de Juan, Jesús se refiere a Satanás como “el amo de este mundo” (Juan 12:31 y 14:30), Pablo se refiere a Satanás como “el dios de este mundo” en su Segunda Carta a los Corintios (2 Corintios 4:4), y en la Primera Epístola de Juan se nos dice que “el mundo entero está bajo el poder del Maligno” (1 Juan 5:19). Ahora, seguro que esto es una realidad desagradable, que es probablemente la razón por la que no hablamos de ella ya. Sin embargo, es real, y a un nivel práctico, hace la historia más creíble y dramática. Después de todo, si no necesitamos ser rescatados, “¿por qué necesitamos un Salvador-heroico? Podemos preguntarnos de inmediato, ¿cómo es posible que el mundo esté bajo el control de Satanás? Esta es una pregunta con la cual las mentes más grandes en la historia de nuestra religión se han enfrentado, desde Agustín hasta Aquinas, todos ellos con diferentes respuestas. Pero la principal cosa es esta+

: Satanás, aunque creado bueno, ha caído de la comunión con Dios, y por eso, desea que otros sean atrapados en la miseria que el experimenta. Habiendo pecado a la tentación de Satanás, nuestros primeros padres, se encontraron en el dominio de los caídos junto a él, que en una lucha cósmica busca asegurar nuestra separación eterna de nuestra propia fuente de vida, de Dios. Por esta razón, Jesús se refiere a Satanás en el Evangelio de hoy como “el amo de la casa” y a él como…espérense… ¿el ladrón? Parece extraño, ¿no? Pero algunos de los más grandes pensadores de nuestra tradición han contado la historia de nuestra salvación de la misma manera.

San Gregorio de Nyssa describió la Encarnación de esta manera: “Por eso fue que Dios, en orden de hacerse fácilmente accesible a el quien busco el rescate para nosotros, se veló en nuestra naturaleza. De esa manera, como lo es con los peces codiciosos, podría tragar la Divinidad como un anzuelo junto con la carne que era el anzuelo” (Discurso en Instrucción Religiosa, 24). Encontramos ecos del mismo tipo de historia en las obras de Agustín y Máximos el Confesor, pero mi descripción favorita viene de un pensador mucho más reciente. En Mere Christianity, C. S. Lewis describe el drama de la Encarnación de esta manera: “Territorio ocupado por los enemigos, eso es lo que este mundo es, el Cristianismo es la historia de cómo el rey legitimo ha aterrizado, podríamos decir disfrazado, y nos está llamando a todos a participar en una gran campaña de sabotaje” (Mere Christianity, Harper Collins, 46). La descripción de Lewis añade otra dimensión a la historia que es especialmente apropiada para que consideremos como comenzamos esta temporada de Adviento. Fíjense, nuestro Dios no nos pide que nos sentemos, nos relajemos y veamos la historia a medida que se desarrolla, sino que, en cambio nos pide que desempeñemos nuestro papel. Como San Pablo nos dice este día, “Ahora es la hora para despertarnos de nuestro sueño, porque nuestra salvación está cerca” (Romanos 13:11). ¿Y cómo es que despertaremos de nuestro sueño? Poniéndonos la armadura de luz y conduciéndonos como hijos de Dios.

Amigos míos, esto es de lo que se trata la Temporada de Adviento, preparándonos para darle la bienvenida a nuestro Rey y Salvador. Pero la única forma en que lo reconoceremos a su llegada es preparándonos de mente a través de la oración y la acción ayudando a los más necesitados; porque solo la virtud puede reconocer su arquetipo. Si por otro lado, nos dejamos atrapar en el comercio de la temporada, no tenemos casi ninguna posibilidad de reconocer a El que viene a rescatarnos; porque él no viene en las luces brillantes de la pompa y circunstancias, ni en un paquete brillante y firmemente envuelto, el viene como un bebe, acostado en un humilde pesebre. Este ano, no se sienten a ver como se desarrolla el drama, levántense de sus asientos y prepárense para participar en la misión de rescate más grande que el mundo haya visto imitando la humildad del Rey de Corazones. Al hacerlo así, pueden estar seguros que serán sorprendidos por la alegría que experimentaran a su venida. Habiendo pasado semanas haciendo el trabajo de reconocimiento de un humilde servicio a Dios y al prójimo, habrán preparado un lugar para que él entre en sus corazones.

Su servidor en Cristo,

Tony

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El Rey de Corazones

pantocratorLa Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: 11-20-16

La Paz Sea Con Ustedes,

Durante los últimos dos fines de semana hemos estado discutiendo como es que la salvación que ha sido ganada para nosotros por Jesucristo, y que será experimentada en su plenitud al fin de los tiempos, también se puede vivir y experimentar comenzando aquí y ahora.  Hemos visto que es en vivir una vida de obediencia amorosa a Dios, en unión con y con la ayuda-agraciada de nuestro Salvador Jesucristo que esta clase de vida es posible vivir.  Tan difícil como esta idea es de comprender mentalmente, es más difícil de llevar a cabo en práctica por muchas razones desde la influencia de la sociedad hasta nuestra tendencia a colocarnos al centro de nuestras vidas y hacer de nuestros intereses el bien supremo al que dedicamos todos nuestros esfuerzos.  Es por esta razón que, habiéndonos alertado al hecho de que por nuestra misma naturaleza somos criaturas de amor desinteresado, la  Iglesia nos recuerda de quien es que recibimos tanto nuestro principio como a quien es que luchamos para alcanzar al final.

Tristemente, como una sociedad actualmente nos enfrentamos con las dificultades de división tanto a nivel nacional como internacional.  Mientras que esto no es nada nuevo a la historia de la civilización humana, la rapidez y la facilidad con la que nos condenamos unos a otros a través de los medios de comunicación sociales lo es, y esto es algo que se debe lamentar.  Un instrumento que podría servir como un medio para reunirnos en dialogo constructivo se utiliza como medio de destrucción.  Hoy en día es una hazaña si pasan unas pocas horas de nuestro día sin ser testigos o partidarios de un discurso público que tiene como objetivo nada más que derribar al prójimo.  ¿Por qué? ¿Qué ganamos con esto? ¿Qué victoria hay en la discordia? ¿Por qué encontramos tan difícil escucharnos unos a otros? La razón por la que perseguimos este camino que no nos lleva a ninguna parte es que no tenemos absolutamente ninguna idea de la razón por qué estamos aquí (ni siquiera nos hacemos esta pregunta ya), mucho menos a donde es que vamos.  En lugar de tomar el tiempo para darnos cuenta de que por nuestra naturaleza tenemos un objetivo común, nos miramos a nosotros mismos para ver qué es lo más agradable para nosotros en cualquier momento.  Este quebramiento es precisamente la razón por la que la fiesta de hoy nos puede servir como un bello propósito curativo despertándoos a la realidad que a pesar de lo que se trate la corriente conversación publica, por nuestra propia naturaleza, estamos destinados para algo radicalmente diferente.

Hoy, la Iglesia celebra La Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, una celebración que fue instituida en 1925 por el Papa Pio XI.  Mirando el documento que instituyo la celebración, es interesante notar que las razones dadas para tal celebración son tan aplicables hoy como lo fueron hace 91 anos.  Es bastante obvio al leer el documento que la Iglesia estaba mirando alrededor y viendo muchas de las mismas cosas que vemos hoy, incluyendo líderes de naciones que parecían tener sus propios intereses en mente en lugar de servir a la gente bien.  Viendo esto, el Papa quiso recordarle a la gente un par de cosas.  En primer lugar, a pesar de lo que los líderes piensen de sí mismos, de hecho no tienen autoridad absoluta sobre las vidas de las personas que gobiernan o incluso ni de sus propias vidas para prescindir de ellas como ellos deseen.  En cambio, el Papa deseo recordarles que no había “ninguna diferencia en este asunto entre el individuo y la familia o el estado; porque todos los hombres, ya sea colectivamente o individualmente, están bajo el dominio de Cristo” (Quas Primas 18).  Además, les recordó a los líderes que una nación es feliz cuando su pueblo vive en concordancia entre sí, y afirmo que solo Jesucristo es el “autor de la felicidad y verdadera prosperidad para cada hombre y para cada nación,” y por lo tanto si los gobernantes de las naciones desean preservar su autoridad, promover y aumentar la prosperidad de sus países, no descuidaran el deber público de dar reverencia y obediencia a la regla de Cristo” (ibid).  Lo que el Papa reconoció aquí y de lo que aún no se da cuenta la sociedad en general es que solamente reconociendo el orden de las cosas creadas y aprendiendo a ver la belleza en ellas podremos encontrar la paz como una sociedad.  Este proceso de reconocimiento comienza con la humildad; una humildad que reconoce a Cristo como Rey del Universo.  ¿Por qué? Porque él lo hizo, y lo hizo con cierta orden de belleza que solo puede ser realizada cuando toda la creación lo busque juntos.

Ahora, me doy cuenta de que como miembros de una sociedad post-moderna, casi instintivamente nos encojemos ante la idea de que hay un poder superior en nuestras vidas que nosotros mismos.  Lo que es gracioso es que nosotros parecemos pensar que fue por miles de años de experiencia e investigación que hemos llegado a esta conclusión, pero una lectura casual de Génesis 2 les dirá que la familia humana ha buscado erróneamente esto desde que caminamos en la tierra por primera vez.  Estaba equivocado entonces y está equivocado ahora, y la razón por la que cometemos este error es que no reconocemos que clase de rey es que vivimos bajo de su autoridad.  Así que la pregunta es, ¿Qué clase de rey es Jesucristo? En Quas Primas, El Papa Pio XI escribe que ‘Jesucristo es el Rey de los Corazones’ (p. 7), y como nuestro Evangelio de hoy nos señala, el reina desde el trono de la cruz.  El hace la cruz su trono por una razón y una sola razón, y es que es precisamente la cruz que de una manera como ninguna otra tiene la capacidad de demostrar la profundidad y amplitud de su perfecto amor.

Además de la Solemnidad que celebramos hoy, también celebramos el fin del Jubileo del Ano de Misericordia proclamado por El Papa Francisco, y la primera línea del documento que proclama este Jubileo añade a nuestra comprensión del tipo de Rey que es Jesucristo.  El Papa Francisco comienza el documento Misericordiae Vultus escribiendo que “Jesucristo es el Rostro de la misericordia del Padre,” y rápidamente añade que por sus palabras, sus acciones y toda su persona, Jesucristo revela la misericordia de Dios. (p.1). ¿Qué es la misericordia de Dios? Sencillamente la misericordia de Dios es el Amor que es Dios mirando al pecador.  Si, Jesucristo revela algo de la naturaleza de Dios que es tan asombrosa y extraordinaria que ni siquiera habríamos imaginado o esperado si no hubiese sido revelado por el Hijo de Dios Encarnado.  Eso es, como San Gregorio de Nyssa dice, “el amor del hombre es una marca propia de la naturaleza divina…” (Discurso sobre la Instrucción Religiosa, p. 15); en otras palabras, Dios, por su propia naturaleza, es filantrópico, amante de la familia humana.  Y el deseo tanto demostrar su amor para la familia humana que estuvo dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso ir hasta el extremo de experimentar una muerte trágica y horrible para que al mirarle seamos motivados a amarle de regreso.  Pues como San Agustín escribe, “no hay nada que invita el amor de otra persona más que tomar la iniciativa de amar…” (De catechizandis rudibus, 4,7).  Esto es precisamente lo que vemos experimentado por el ladrón crucificado al lado de Jesús en nuestra lectura del Evangelio de hoy.  Habiendo sido agraciado con un asiento en la primera fila para ver el misterio de la salvación, el ladrón reconoce tres cosas que son clave.  La primera no podemos ver y es lo que se acaba de explicar; i.e. mirando a Jesucristo, el ladrón fue despertado al amor que es Dios.  En segundo lugar, el ladrón quiere responder de la misma manera pero porque ahora ve lo que el amor verdadero es, se da cuenta de lo corto que ha estado a vivir una vida de amor y siente que no es capaz de amarle a cambio.  Es por este reconocimiento de haber fracasado en amar, que le dice al otro crucificado con ellos: “¿No temes a Dios tú, que estas en el mismo suplicio? Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho, pero este no ha hecho nada malo” (Lucas 23:40-42).  Finalmente, este hombre sabe que debe amar, pero que no puede hacerlo sin ser amado primero, y así dice “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino” (Lucas 23:42).  En este hombre vemos el poderoso impacto que Dios desea tener en todos los corazones al haberse levantado como el signo del amor de Dios ante el mundo entero.

Amigos míos, ¡este es el maravilloso acto de amor que celebramos este día! Porque tenemos un Rey que desea no ser servido, sino servir (Mateo 20:28 y Marcos 10”45); un Rey que dio su vida por amor a nosotros (Juan 15:13); un amor que desea la vida en plenitud para aquellos que son amados (Juan 10:10); y un Rey que como Creador sabe que la verdadera libertad solo se puede tener viviendo una vida de amor (Gálatas 5:13-14).  Y así hoy, la Iglesia sostiene ante el mundo entero el rostro de la misericordia de Dios, Jesucristo, y lo proclama Rey del Universo, no para que temblemos ante el con temor, sino que al mirar el rostro del Rey de los Corazones, nuestros corazones sean motivados a amarlo en cambio, y amándolo a el amarnos unos a otros.  Haciéndolo así, atendemos a las necesidades de hoy, y al mismo tiempo proveemos un excelente remedio para la peste que ahora infecta a la sociedad’ (Quas Primas, 24).  Por cada vez que elegimos responder al Amor en amor, nos movemos un paso más cerca a realizar el reino que Jesucristo vino a proclamar (Marcos 1:15).

Su sirviente en Cristo,

Tony