XXVIII Domingo ordinario: 10-9-16
La Paz Sea Con Ustedes,
El pasado fin de semana tuvimos el placer de escuchar un mensaje maravillosamente refrescante, aunque también es un reto al hecho que fuimos creados buenos. Esto fue indicado por el hecho que nuestro Señor nos dijo, que después de que hagamos todo lo que se nos dijo, e.g. perdonar sin fin, tener confianza en nuestro Dios sin medida, y ser caritativos con todos a nuestro alrededor, especialmente con los más necesitados, no debemos considerarnos como que hemos hecho algo extraordinario, sino simplemente como habiendo hecho lo que es normal para alguien que ha sido creado a la imagen y semejanza de Dios, y por lo tanto, en virtud de la creación, es bueno. Las lecturas que escuchamos este fin de semana nos exhortan a no tomar esta realidad por concedida sino, más bien, a dar siempre gracias al hecho que hemos sido formidable y maravillosamente hechos (Salmo 139:14).
Nuestra primera lectura del segundo Libro de Reyes, y la lectura del Evangelio de Lucas, cuentan historias de sanación, especialmente la sanación de leprosos. Los elementos de las historias nos dicen dos cosas muy importantes, que sirven como una representación alegórica de la condición humana. En primer lugar, el hecho que estos individuos están enfermos (Naamán en la primera lectura, y los diez leprosos en el Evangelio) indican el carácter incompleto de nuestro estado actual. Esto es fácilmente observable en todas nuestras vidas. Cualquier enfermedad que experimentamos o vemos que otros experimentan, intuitivamente sabemos que va en contra para lo que hemos sido creados. En lo profundo de nosotros sabemos que no hemos sido creados para los efectos debilitantes de la enfermedad. Esta intuición solo se expresa más firmemente en nuestra repulsión hacia la muerte. Simplemente hay algo acerca de la muerte que parece tan antinatural, tan injusta. En breve, sabemos que estamos destinados a vivir, y al ser enfrentados con enfermedad personal, o con la enfermedad de un ser querido, preguntamos ¿Por qué? Incluso en los momentos de incredulidad, exigimos una explicación para esta realidad repugnante, y nosotros también clamamos a nuestro Dios exigiendo una respuesta, haciéndole eco a los leprosos del Evangelio, “¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!”
Tomando en consideración nuestra inclinación natural hacia la vida, y la impropiedad de la muerte, encontramos que la condición leprosa de estos individuos tiene una función explicativa. Como leprosos, estos individuos habrían sido marginados de la sociedad judía, considerados impuros, de un punto de vista médica y religiosa/social. Aunque la enfermedad de estos individuos habría precedido su expulsión de la sociedad, su condición social sirve alegóricamente como una función epidemiológica (i.e. nos explica por lo que somos propensos a la enfermedad), conectando la enfermedad con el distanciamiento social. La semana pasada, vimos que hemos sido creados para hacer presente al mundo la vida de Dios a cuya imagen hemos sido creados, viviendo vidas de amor sacrificial, de perdón y de confianza en Dios. Al hacerlo, demostramos lo que significa vivir una vida plenamente humana que solo puede ser realizada viviendo en unión con Dios, Que Es una comunión de Las Tres Personas Divinas. Sin embargo, con el fin de hacerlo, primeramente tenemos que tomar medidas para ser reincorporados a esta Comunión Divina.
Lo hacemos en el bautismo. En nuestra primera lectura, vemos a Naamán sumergiéndose en el Rio Jordán siete veces, habiendo recibido instrucciones del profeta Eliseo que lo hiciera así (2 Reyes 5:10 y 14)). El hecho que Eliseo le instruyo a Naamán que se lavara en el Jordán siete veces, no debe pasar desapercibido por nosotros. En primer lugar, el agua en sí es una fuente de vida, sin agua, morimos. Este baño en agua es también un presagio del bautismo, donde sumergidos en el agua alcanzamos vida en el espíritu de Cristo (1 Corintios 12:13). Finalmente el número siete es el número de terminación (e.g. Dios habiendo terminado la obra de la creación descanso en el séptimo día, Génesis 2:2-3). Así al lavarse Naamán siete veces indica su restauración a la integridad de su creación enfatizado por el hecho de que se nos dice que al hacerlo, la piel de Naamán se hizo semejante a la de un niño pequeño (2 Reyes 5:14). El método de curación empleado por Eliseo parece ser diferente del método utilizado por Jesús en nuestro Evangelio de hoy. En contraste con Eliseo, Jesús no les dice a los diez leprosos que se vayan a lavar, simplemente les dice, “Vayan y preséntense a los sacerdotes” (Lucas 17:14). ¿Por qué se tenían que presentar ante los sacerdotes? La comunidad de Israel era teocrática dirigida por funcionarios religiosos en ambos asuntos cívicos y religiosos, y solamente con la aprobación de los sacerdotes un leproso podía ser declarado limpio (vea Levítico 14:1-9). Pero, ¿Qué nos dice eso? Después de todo, nosotros no vivimos en una teocracia, y entonces lo que dicen los sacerdotes o pastores sobre nuestra condición limpia o no, no tiene ningún impacto en nosotros. Lo que nos indica esto es que, contrario a aquellos que insisten que pueden ser espirituales sin ser religiosos, Jesús no tenía esa intención. Más bien, era vital que los que habían de vivir por el Espíritu (vea Juan 4:24 y Gálatas 5:25-26) serían reunidos en la comunidad organizada de manera que cada miembro del Cuerpo de Cristo pudiera vivir la vida al máximo desempeñando la parte para la cual él o ella fue creado (vea 1 Corintios 12). Así, lo que vemos aquí es que ser plenamente vivos significa ser un miembro de esa comunidad la cual tiene como a su cabeza a Jesucristo (Colosos 1:18), dando vida a todos sus miembros en el Espíritu, el Cuerpo de Cristo, i.e. la Iglesia.
Habiéndonos hecho miembros de la Iglesia en el bautismo, atreves de la gracia compartimos en la vida del Dios que nos hizo y así comenzamos a vivir una vida plenamente humana, sin embargo, no hay que volveros perezosos o descansar en nuestros laureles, porque es tan fácil de separarnos del Cuerpo de Cristo, y perder esta plenitud de la vida como lo es llegar a separarnos de ella. Por esta razón, Pablo exhorta a Timoteo junto con todos nosotros a que soportemos todo lo que podamos sufrir por ser un miembro del Cuerpo de Cristo, así como Pablo estaba sufriendo (2 Timoteo 2:10), recordándonos de las condiciones de nuestro Bautismo: “Una cosa es cierta: Si hemos muerto con él, también vivimos con él. Si sufrimos pacientemente con él, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negara. Si somos infieles, el permanece fiel, pues no puede desmentirse a sí mismo” (2 Timoteo 2:11-13). Noten, por favor, las condiciones que indica aquí Pablo: si perseveramos, si negamos, si somos infieles. Y no nos dejemos desviar por la última condición, si somos infieles, el permanece fiel, pues no puede desmentirse a sí mismo. Esto no quiere decir que no importa lo que hagamos nuestro bautismo nos salva, nada de eso. Estos versos se deben tomar en conjunto. ¿A qué es lo que Cristo permanece fiel? ¿A nosotros? A la medida en que somos miembros de Su Cuerpo, sí, porque Él es fiel a sí mismo como la Palabra del Padre. Sin embargo, como la verdadera Palabra que nunca cambia, Jesús no puede volverse atrás a lo que nos ha dicho del Padre, esto sería una contradicción de su propia persona. Así que para permanecer en El, debemos que vivir la vida de amor que él nos manda a vivir, porque solo el amor nos puede guardar seguros dentro de la comunidad de la Vida de Dios que es Amor.
Amigos míos, es por eso que hoy una actitud de gratitud se pone ante nosotros como un ejemplo a seguir. Así como Naamán, habiendo sido sanado en las aguas del Jordán, pide dos cargas de mulas de tierra con el fin de poder ofrecer sacrificios al Dios Quien Naamán reconoce que lo había sanado (en aquellos días se creía que los dioses estaban asociados con el territorio que reinaban). Y el único leproso, quien al darse cuenta que había sido sanado regreso a darle gracias Al que lo había sanado, y quien es elogiado por nuestro Señor por haberse dado cuenta. Estos ejemplos se nos dan este día porque son dignos de seguir ya que es precisamente la actitud de gratitud que nos impide creer que podemos alcanzar la vida al máximo por nosotros mismos, y en vez nos recuerda que solo en Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 17:28), y podemos tener la esperanza de algún día obtener la plenitud de la “salvación que se nos dio en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna” (2 Timoteo 2:10).
Su sirviente en Cristo,
Tony Crescio is the founder of FRESHImage Ministries. He holds an MTS from the University of Notre Dame and is currently a PhD candidate in Christian Theology at Saint Louis University. His research focuses on the intersection between moral and sacramental theology. His dissertation is entitled, Presencing the Divine: Augustine, the Eucharist and the Ethics of Exemplarity.
Tony’s academic publications can be found here.