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Transformando El Mundo Como Sal y Luz

Quinto domingo de Tiempo Ordinario: ciclo A

La Paz Sea Con Ustedes,

Hace dos semanas encontramos a Jesús empezando su ministerio público.  Observando su metodología encontramos que el trabajo que ha venido a realizar es esencialmente un trabajo de reunificación; Simbolizado por el inicio de su ministerio público con dos de las tribus de Israel situadas más al norte.  Las llamadas “tribus perdidas” de Israel, i.e. Zebulón y Naphtali.  Cierto es que, tanto de la perspectiva judía como de nuestra perspectiva contemporánea (aunque quizás por diferentes razones) se toma gran atención al detalle y una manera diferente de pensar de lo que el Mesías debería ser para ver a Jesús como el salvador que es.  Por esta razón, oímos que Jesús nos dice que debemos de “arrepentirnos,” i.e. cambiar nuestra manera de pesar, si vamos a poder entenderlo a él y a su trabajo.  Seguro que esta nueva manera de pensar es muy contraria a la manera del mundo y a nuestras tendencias aparentemente  “naturales” como es evidente al comienzo del Sermón del Monte, donde Jesús nos dice que son los pobres de espíritu a quien pertenece el reino de los cielos.  Sin embargo, como encontramos la semana pasada con la ayuda de Agustín, viviendo las bienaventuranzas nos dispone a ser transformados y conformados con el mensaje de arrepentimiento de Cristo un paso a la vez.  Puesto simplemente, podemos entender que viviendo las bienaventuranzas encarnamos la nueva manera de pensar que Cristo vino a proclamar en palabra, hecho y en su misma persona; una forma de pensar caracterizada por una sola palabra, unidad.

Den un vistazo por todo el mundo y rápidamente encontraran que si hay una cosa que nos falta es la unidad.  Por todo el mundo oímos susurros y rumores de potencial guerra mientras los países continúan acumulando armas de destrucción mutua, siempre con una amenaza implícita a sus vecinos en la comunidad mundial.  Y aquí en los Estados Unidos, los dos últimos fines de semana han sido testigos de una perturbadora falsa dicotomía en nuestra conciencia colectiva en forma de marchas en la capital de nuestra nación, fingiendo una distinción entre el derecho a la vida y un derecho a “elegir” mientras dividimos la relación más fundamental de nuestra existencia, la de la madre y su hijo.  En breve, somos un pueblo dividido, tanto nacionalmente como internacionalmente, y podemos estar seguros de que la división es una exacta medida proporcional a nuestro quebramiento.  Y es en medio de este quebramiento que hoy somos llamados a ser la luz y la sal del mundo.

Así, que la pregunta debe de ser ¿Qué significa ser la luz y la sal del mundo? Comencemos con la primera.  Hace un par de fines de semana usamos un simple ejercicio para reflexionar en el efecto que la luz tiene sobre nosotros.  En pocas palabras, hemos encontrado que la luz tiene la capacidad de mostrar la realidad de nuestros alrededores permitiéndonos ver las cosas como realmente son.  Con este entendimiento trazamos un paralelo a la persona de Jesucristo, quien la Iglesia, comenzando con el prólogo de Juan, ha entendido constantemente que es la Luz (cf. Juan 1:4-5 y 8:12) en el uso platónico del término, i.e. en su misma persona Jesucristo revela la verdad subyacente de la realidad tal que podemos llamarlo la Verdad (cf. Juan 14:6).  Y ¿qué es esta verdad?

La verdad es que el orden creado de las cosas no está dispuesto a la división, por lo que cuando escuchamos de las malas noticias mencionadas antes; experimentamos un nivel de desconcierto y repulsión.  En cambio, la Verdad es unidad; Una unidad que brota de la misma vida de nuestro Dios que es una unidad de tres Personas Divinas, desde toda la eternidad envueltos en un intercambio dinámico de completo don de sí mismos.  Es este dinamismo que hace brotar el orden creado con la intención de participar de la Vida dinámica de su creador, realizada perfectamente por el Hijo de Dios que se convirtió en el Hijo del Hombre, Jesucristo, con la intención de nuevamente incorporar toda la familia humana, y posteriormente, toda la creación, a la vida misma de su Creador, una vida de verdadero amor.  Dicho de otra manera, la Luz ha venido al mundo para iluminarlo.

Este último punto es crucial para nuestro entendimiento de que es lo que significa ser la luz del mundo (Mateo 5:14).  Es pertinente que no pensemos en nosotros mismos como fuentes individuales de luz, porque simplemente no tenemos ninguna luz esencial propia que emitir.  Para que la metáfora se sostenga, sería mejor que nos entendiéramos como si fuéramos diamantes, transmitiendo la Vida de Aquel que es la Verdadera Luz del mundo.  Consideren por un momento que un diamante, por sí mismo, no tiene capacidad para hacer que brille su propia chispa, su fuego o su brillo; Sin embargo, si se lleva a la luz sus propiedades naturales cobran vida.  Así también, como personas humanas,  no tenemos vida por nuestra cuenta, ni luz que compartir de nuestra propia naturaleza; En cambio debemos ser llevados a la luz de la Vida para que nuestras propiedades brillen; Nuestros talentos, rasgos de personalidad,  etc.  En otras palabras, para alumbrar la luz de la Verdad en nuestro mundo, debemos estar unidos a Aquel que es Verdad, Jesucristo.

Como Cristianos, creemos que somos “encendidos” por la luz cuando se nos Bautiza.  En otras palabras, somos infundidos por la vida de nuestro Dios, quitando la mancha del pecado original que afecta nuestra capacidad de brillar.  Junto a esta línea de pensamiento, Nicolás Cabasilas escribe “por esta razón al Bautismo le llaman ‘iluminación.’ Ya que confiere ser verdadero, hace que Dios conozca al hombre; Conduce a esa luz que elimina de las tinieblas y la maldad…Ya que elimina toda deshonra, le otorga a los hombres comunicación pura con la luz, quitando, por decirlo así, una barrera que bloquea el resplandor divino de nuestras almas” (La Vida en Cristo, Libro 2.2, mi traducción). Habiendo sido infundidos con esta Luz, somos enviados al mundo para disipar la oscuridad que engendra la división tan predominante en nuestro mundo de hoy.

Ahora, seguro que así como cada diamante individual tiene sus propias cualidades únicas, también nosotros como personas humanas, todos somos inherentemente únicos, y nadie transmitirá la Luz de Vida exactamente de la misma manera que otra persona. Sin embargo, nuestra primera lectura para hoy nos da algunas conductas fundamentales que son universalmente conductivas para transmitir esta Luz. En ella el profeta relata el mensaje a la gente que fue por esa razón expresa de alimentar a los hambrientos, proteger a los desamparados y vestir a los desnudos que Dios les ha liberado del cautiverio (Isaías 58:7).  Además, exhorta al pueblo a quitar de su medio la opresión, la acusación falsa y palabras maliciosas (Isaías 58”9).  Si hacen esto, el profeta les dice “Entonces tu luz surgirá como la aurora y tus heridas sanaran rápidamente.  Tu recto obrar marchara delante de ti y la Gloria de YAVE te seguirá por detrás” (Isaías 58:8).  Observen las hermosas imágenes que el profeta pinta aquí; Si la gente vive como Dios les manda, la luz de Dios los rodeara, iluminando toda su vida.

Hoy Jesús nos llama a hacer lo mismo, confiando en la misma promesa que Dios les hizo a nuestros hermanos y hermanas en la fe, el pueblo de Israel.  Sin embargo, tomen en cuenta por favor que el funcionamiento como transmisores de luz tiene el propósito explícito de iluminar las vidas de los demás para que ellos también puedan transmitir esta misma Luz.  La razón por la cual atendemos a los pobres y a los necesitados no es porque es una cosa agradable de hacer, lo hacemos porque amar a ambos permite que la Luz pase a través  de nosotros más completamente y les permite también a ellos a empezar a brillar con su propio brillo único, y a la vez arrojar más luz sobre nuestra propia vida y la vida de todos los que lleguen a conocer.

Es con este entendimiento que ahora podemos comprender lo que significa para nosotros ser la sal de la tierra (Mateo 5:13).  Para nuestros propósitos, podríamos considerar dos propósitos básicos de la sal.  En primer lugar, cuando se añade a un plato, la sal no es añadida para que exuda su propio sabor tanto como para sacar los sabores de los otros elementos del plato.  Una segunda función de la sal (de la cual no pensamos mucho hoy en día con la tecnología que tenemos para refrigerar los alimentos) la preservación de los alimentos, i.e. prevenir que la comida se eche a perder o que se pudra.  Así, si aplicamos la metáfora al llamado que nuestro Salvador tiene para nosotros hoy, podríamos decir primero, que estamos llamados a sacar la riqueza en la vida de los demás, permitiéndoles a compartir lo que tienen que ofrecer dándonos a ellos con amor.  En segundo lugar y simultáneamente, a través de la forma en que vivimos nuestras vidas estamos destinados a dar testimonio a y a preservar la verdad, esta verdad siendo que aunque muy diversa como un pueblo; La raza humana está destinada a ser unificada.

Amigos míos, hoy se nos llama a grandiosas tareas de ser la sal de la tierra y la luz del mundo.  Poniéndolo de manera diferente, estamos llamados a trabajar hacia el cumplimiento del reino de los cielos proclamado por Jesús hace dos semanas y que la semana pasada les prometió a los humildes.  Podríamos considerar que las imágenes de sal y luz son muy humildes en si mismas, cosas que agregan grandemente a nuestras vidas pero que no gritan para que se les ponga atención.  Sin embargo, realzan la vida alrededor de ellas.  Como Luz estamos llamados a dar testimonio a la Verdad, que cada individuo de la familia humana ha sido creado  de tal manera que transmita la Luz de la Vida de manera única, permitiendo una visión más completa del significado de la vida, y por lo tanto, cuando uno es impedido a vivir en la luz, la experiencia de todos sufre.  Puesto de manera diferente, cuando dejamos a algunos en la oscuridad, permitiendo que los intereses de algunos bloqueen su acceso a la luz, ponemos una sombra sobre toda la familia humana.  Y así como la sal solo da sabor a todo el plato al ser disuelta en él, también nosotros estamos llamados a darnos por completo a fin de preservar el mensaje de que no tenemos luz propia y las divisiones que infligimos a nosotros mismos solo nos sirven para separarnos de nuestra fuente de Vida y Luz misma, Jesucristo, que vino para que todos pudieran experimentar la gloriosa vida de nuestro Dios como Uno (Juan 17:22-23).

Su sirviente en Cristo,

Tony

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