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Oír Para Ver

Cuarto domingo de Cuaresma: ciclo A

La Paz Sea Con Ustedes,

Hemos llegado al domingo de Laetare, el nombre que tradicionalmente se le da al cuarto domingo de la temporada de Cuaresma.  “Laetare” es una forma imperativa singular de la palabra latina laetare que significa “regocijarse.”  Y si nos tomamos un momentito nos damos cuenta de que las vestiduras usadas por los sacerdotes este día pueden ser rosa o más correctamente rosado a la diferencia de la purpura usada tradicionalmente en la temporada de Cuaresma.  Entonces ¿Por qué el cambio? Bueno, ya hemos pasado el punto medio de la Cuaresma, un periodo destinado a ser ocupado con la abnegación practicado en la forma de ayuno o de negarnos algo durante la temporada Cuaresmal.  La razón de esto es doble; Primero, estamos imitando a Cristo, que “El compartía la naturaleza divina, igual a Dios por propio derecho, sin embargo se redujo a nada…y encontrándose en la condición humana, se rebajó a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en cruz” (Filipenses 2:6-8); En segundo lugar, es la esperanza de que esta imitación conduzca a una mayor conformidad con la vida de Cristo, y la unidad con él, a fin de que nosotros que habíamos caído a través de nuestros primeros padres, que en Cristo nos hagamos participes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4) y así ser exaltados (Filipenses 2:9).  Es este bello mensaje de esperanza del cual la Iglesia nos recuerda este fin de semana, y así nos llama a regocijarnos incluso en medio de esta difícil temporada de crecimiento de Cuaresma.

            Cuándo te miras en el espejo, ¿Qué vez? ¿Ves a alguien que es demasiado bajo? ¿Demasiado delgado? ¿Caderas demasiadas grandes? ¿Nariz sobredimensionada? ¿O tal vez miras a alguien que no tiene éxito, un simple recadero del mundo acelerado alrededor de ti? Tal vez ves a alguien que tiene dinero, una buena casa, un gran trabajo y una familia agradable, pero alguien que todavía no tiene un verdadero sentido de satisfacción.  Estos son sentimientos que todos tenemos de vez en cuando, muy pocos entre nosotros tenemos el sentido de auto-seguridad que anhelamos, y una gran mayoría de ellos disfrutan de la auto-seguridad de la ignorancia, porque nunca se han tomado el tiempo para averiguar quienes realmente son.  Ahora, no escribo estas cosas para ser un depresivo lingüístico, ni para llover en lo que debe ser un día de celebración, en vez, digo esto por dos razones diferentes.  Primero es para simplemente declarar el hecho de que la auto identidad es algo con lo que la mayoría de nosotros luchamos y esto es algo bueno, porque como seres humanos tenemos un misterio inherente, y la jornada para descubrir quiénes somos nos lleva toda una vida.  Si pensabas que ya te habías figurado a ti mismo y a la vida, eso significa que probablemente has dejado de vivir de una manera que realmente importa.  En segundo lugar, es para que te preguntes a quien o que escuchas para que te de alguna dirección en cuanto a cómo puedes hacer progreso en responder a esta pregunta que todos nos preguntamos, conscientemente o no.

            La voz a la que escuchemos será la voz que nos guía en esta jornada de auto descubrimiento que llamamos vida.  Si, por ejemplo, escuchamos a la gente que habla en el internet, es probable que escuchemos que somos quienes queremos ser y que tenemos el derecho de definirnos y crearnos como nos guste.  Si escuchamos a los comerciales en la televisión y en el radio o seguimos a nuestra favorita celebridad en Instagram, Twitter o Facebook es probable que oigamos que nuestra vida puede ser tan diferente tan solo comprando este nuevo teléfono, o comenzamos a usar esta colonia o este par de zapatos.  En breve, si reviso mi red de Twitter o mi página de Facebook y enciendo la televisión, es probable que oiga millones de voces todas llamándome en diferentes direcciones y me quedo con una decisción que hacer, ¿A quién debo de escuchar y en que orden? Y, tenemos que tener cuidado con lo que escojamos porque la voz o voces que escuchemos moldearan la manera en que nos vemos, nuestras vidas, y esta perspectiva determinara el curso de acción que tomemos.  Por lo tanto, debemos ser extremamente exigentes con respecto a quien escuchamos porque no solo impactara a nosotros mismos, sino a también a todos los que nos rodean.

            Nuestra primera lectura para hoy nos introduce a un gran oyente, al profeta Samuel.  Recuerden es Samuel que protagoniza en la famosa historia del que escucha a Dios que lo llama en medio de la noche.  Siendo un niño, Samuel se confunde primero con la voz que oye, y va con su profesor el sacerdote Helí. En el tiempo que se cuenta esta historia se nos dice de la vista de Helí “sus ojos estaban tan débiles que ya no veía” (Samuel 3:2) y aun esto no previno a Helí de ver lo que le estaba pasando a Samuel, cuando el niño confundido vino a él en medio de la noche, pensando que era el quien llamaba al jovencito.  ¿Por qué? Porque Helí había pasado toda una vida escuchando al Señor como lo es evidente cuando consola a  Ana ((1 Samuel 1:17) y su admonición de sus hijos (1 Samuel 2:22-25), aunque como se nos dice asta Helí fue distraído por las voces alrededor de él, que en última estancia le costaría a él y a su familia, vean 1 Samuel 3:13.  No obstante, fue capaz de darle buenos consejos a Samuel cuando vino a él (Samuel 3:8-9).  Y Samuel siendo el buen oyente que aprendió a ser, primero escucho a Helí y a su vez a la voz de Dios llamando diciendo “Habla que tu servidor escucha” (1 Samuel 3:10).

            Samuel pasaría toda una vida guiando al pueblo de Israel después de este encuentro de joven con Dios, guiando a la gente de  acuerdo con la Palabra del Señor, y así, cuando fue llamado a ungir a un nuevo rey para Israel, como oímos en nuestra historia hoy, aunque al principio vacilante por cual pudiera ser la reacción de Saúl, el corriente rey (1 Samuel 16-2), tan fuerte era su confianza y obediencia a esta voz que él fue de todos modos.  Llegando con los hijos de Jesé, Samuel ve a Eliab quien aparentemente era bastante bien parecido pero Dios le dice a Samuel las famosas palabras “Olvídate de su apariencia y de su gran altura, lo he descartado.  Porque Dios no ve las cosas como los hombres; el hombre se fija en las apariencias pero Dios ve el corazón” (1 Samuel 16-7). ¿Qué significa esto que el Señor ve el corazón?

            Para comenzar a responder a esta pregunta, pasemos al Evangelio.  La escena comienza diciéndonos que como Jesús pasaba “vio a un hombre que era ciego de nacimiento” (Juan 9:1).  La reacción de los discípulos nos sacude y nos perturba, oímos la pregunta que hacen y pensamos, “caray, ¡estos jóvenes están fuera de contacto!” Porque al verlo le preguntan a Jesús “Maestro, ¿Quién ha pecado para que este ciego: el o sus padres? (Juan 9:2).  Ahora, yo sé que para nuestras “sensibilidades” modernas esta pregunta parece ser discriminatoria e imbécil.  Y aun la pregunta expresa una profunda verdad que no debemos descartar de la mano.  Porque en los tiempos bíblicos se pensaba que un defecto físico era el resultado del pecado, ¿Por qué? Porque uno había ofendido a Dios y por lo tanto una pena fue incurrida.  Ahora, tal vez que la teología aquí está incompleta, sin embargo, pone la punta del dedo en una verdad profunda, i.e. que solo podemos estar enteros en unidad con Dios, y por lo tanto, con el pecado, separándonos de Dios necesariamente nos hace deficientes de alguna manera.  Así Jesús no dice, “caray ustedes realmente no lo entienden,” sino que responde “No es por haber pecado el o sus padres, sino para que unas obras de Dios se hagan en el” (Juan 9:3).

            En el cuarto libro de su famosa obra, Contra Las Herejitas, San Ireneo de Lyon escribe que “la gloria de Dios es un hombre vivo” (Libro 4.20.7), lo que significa que la vida de la persona humana está destinada a dar gloria al Dios quien lo o la creo con cada respiro y cada paso que da de su propia voluntad.  Sin embargo, la segunda porción de esta línea escrita por San Ireneo es muy a menudo olvidada, lo que es una pena porque no hay manera de darle sentido a la primera porción citada con frecuencia sin ella.  Porque inmediatamente después el escribe, “y la vida del hombre consiste en contemplar a Dios” (ibid.).  Vemos que la verdad de la famosa cita de Ireneo se vuelve a la vida en lo que Jesús hace luego.  En la misma obra, Ireneo habla del Hijo de Dios y el Espíritu Santo funcionando como las “manos de Dios” que formaron la humanidad del “polvo de la tierra” (Génesis 2:7; cf. Contra Las herejías Libro 4, Prefacio, Pagina 4);  Así, aquí vemos que la misma mano se extiende para agarrar polvo, y con su saliva hizo lodo, y lo unto en los ojos del hombre ciego (Juan 9:6).  ¿Qué otra cosa que la Palabra por la cual la creación fue hecha hace ahora sino que nuevamente formando los ojos de este hombre? Y ¿qué más podría intentar la Luz del mundo que llevar a este hombre a que sea plenamente vivo permitiéndole contemplarle a él como nos dice Ireneo? Porque fíjense, hasta este punto el hombre no ha pronunciado ni una palabra, ni siquiera nos dicen que se movía hasta que fue ordenado por la misma Palabra de Dios que llamo a la familia humana a la existencia cuando el Padre pronuncio “Hagamos al hombre” (Génesis 1:26), pero ahora cuando es ordenado por esta misma Palabra, se anima y sigue el mando exactamente como se le instruye, y habiendo pasado por las aguas de la piscina se hace completo, la Luz que le había iluminado (Juan 9”8).  Nosotros experimentamos lo mismo en las aguas del bautismo, que el gran Ortodoxo San Nicolás Cabasilas llama iluminación “ya que confiere el ser verdadero que hace que los hombres sean conocidos por Dios porque conduce a esa luz que remueve de la oscuridad y de la maldad,” y a “una segunda creación que es mucho mejor que la primera” ya que delinea la imagen en la cual fuimos creados con más precisión que antes, infundiéndonos con la Vida y Luz misma (Vida en Cristo, Libro 2.2 y  4).

            Así que, amigos míos, ¿Qué significa decir que Dios no ve como nosotros vemos, sino que en lugar Dios ve en el corazón? En tiempos antiguos el corazón era el código para el centro de una persona, lo que los hace quien son ellos.  Esto es precisamente lo que Dios ve cuando nos mira a nosotros, quienes somos a nuestro mero centro, i.e. quien hemos sido hechos para ser.  Por esta razón solo Dios sabía que el propósito de David era para reinar sobre Israel, y así también solo él conoce tu propósito, un propósito que te permitirá vivir la vida al máximo.  A través de las aguas salvíficas del bautismo damos nuestro primer paso hacia convertirnos en lo que hemos sido creados para ser precisamente por estar unidos a Cristo.  Sin embargo, toda una vida llena de dificultades y gente que habla mucho nos distrae del camino que profundiza esta unidad, y esto es precisamente lo que la temporada de Cuaresma esta destinada a corregir.  Tiene la intención de darnos una mayor oportunidad de escuchar la Palabra de Dios a través del aumento del tiempo dedicado a la oración para que oyendo podamos seguir a Cristo y al seguirlo, nuestros ojos podrán ver las cosas como han sido creadas a ser.  Y escuchando atentamente el mensaje que oímos nos hará entender que la vida de Dios palpita dentro de nosotros y brotara de nosotros haciéndonos quien fuimos creados para ser.  En esto es glorificado Dios, en nuestro vivir la plenitud de la vida, sin embargo, esta plenitud solo se encuentra en un solo lugar, mirando a la Luz de la Vida, Jesucristo.  Porque al atender su llamado a seguir le permitimos que la Luz de su Vida no solamente nos sature y anime a nosotros, sino que caiga sobre todos con los que nos encontremos.

Su sirviente en Cristo,

Tony

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