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La Venida de la Gloria de Dios

reign-of-godII Domingo de Adviento: 12-4-16

La Paz Sea Con Ustedes,

La semana pasada como comenzamos la temporada de Adviento, vimos que para estar verdaderamente preparados para darle la bienvenida a nuestro Salvador, debemos prepararnos para su venida viviendo de una manera que nos disponga a ser sus discípulos. Hacemos esto, como San Pablo nos recordó “poniéndonos la armadura de la luz” (Romanos 13:12).  Estas palabras tienen un par de connotaciones que son especialmente importantes para el mensaje que recibiremos hoy.  Primeramente, y lo más importante, nos recuerda el momento de nuestro bautismo, cuando fuimos reclamados para Jesucristo, y no solo fuimos hechos seguidores suyos, sino que también fuimos transformados y renovados a su semejanza porque como Él es la verdadera Luz del Mundo (Juan 8:12) nosotros también podamos llegar a ser luz en las tinieblas participando en Su Luz que es la Vida Misma (recuerden las palabras del Credo “Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios…”).  En segundo lugar, y consecuentemente “ponernos la armadura de luz no quiere decir nada más que “ponernos a Jesucristo” permitiéndole vivir a través de nosotros como Pablo tan a menudo nos llama a hacerlo.  ¿Cuál es la “armadura de Luz?” En su carta a los Efesios Pablo lo describe como ‘el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, poner el Evangelio de la paz a nuestros pies (para que guie nuestros pasos), el escudo de la fe, el casco de la salvación, y la espada del Espíritu (Efesios 6:10-17).  Poniéndonos esta armadura, al mismo tiempo imitamos la vida del Salvador y nos armamos para tomar parte en lo que vimos a C.S. Lewis llamar “una gran campaña de sabotaje,” (Mere Christianity, 46), es decir, estableciendo el Reino de Dios aquí y ahora, como la oración que Jesús nos enseno nos llama a hacer (Venga Tu Reino…Mateo 6:10).  Como vamos a ver se puede notar este mismo tema este fin de semana, veremos que es precisamente la venida de Jesucristo lo que nos trae el equipo que necesitamos para tomar parte en tal esfuerzo.

El evangelio de este fin de semana usa lo que algunos pueden ver como las imágenes oscuras que encontramos el pasado fin de semana donde Jesús hablo “del ladrón en la noche” que viene cuando menos lo esperamos (Mateo 24:43). Irónicamente, vimos que este ladrón es, en realidad, Jesucristo mismo, que viene a liberar a la humanidad de las garras del pecado y de la muerte que es el dominio (casa) del Diablo.  Este fin de semana, este tipo de advertencia viene de él que preparo el camino del Señor (Mateo 3:3), Juan el Bautista. En el Evangelio de hoy, oímos que el Bautista advierte a los líderes religiosos de su día diciendo: ¡Raza de víboras! ¿Cómo van a pensar que escaparan del castigo que se les viene encima?’ (Mateo 3:7).  Eso no es exactamente lo que podríamos pensar como buenas noticias Navideñas, ¿verdad? Pero tal vez deberían ser, déjenme explicar.  Vemos a Juan el Bautista diciéndoles a los Fariseos y a los Saduceos que deberían dejar de confiar de su estado terrenal y que en su lugar “Muestren los frutos de una sincera conversión” (Mateo 3:8).  La razón por la cual las palabras de Juan son tan terminantes es que él se da cuenta de lo que está por suceder, el Salvador que Israel ha estado esperando está a punto de llegar y si la gente no cambia seriamente su manera de pensar el vendrá y se ira justo como Jesús nos advirtió la semana pasada, como un ladrón en la noche.  Este cambio de pensar requiere que la gente ‘se arrepienta’ para darse cuenta que se han desviado de la forma en que Dios los llamo a vivir, y es imperativo que lo hagan inmediatamente para que puedan reconocer a El que vendrá después de Juan, trayendo consigo un don radicalmente transformador de vida, el Espíritu Santo (Mateo 3:11).  El mensaje de Juan es tan desesperado y fuerte porque él sabe que para recibir este Regalo de Vida requiere que reconozcamos que estamos en necesidad de tal transformación.  Si por otra parte pensamos que todo está como debe de ser, no estaremos adecuadamente dispuestos a recibir el regalo que el Salvador viene a otorgarnos.  La pregunta para nosotros es la misma.  ¿Cómo vemos la venida de Cristo? ¿Qué anticipamos que será su efecto?

Fácilmente nos envolvemos en las hermosas luces que adornan las casas, arboles, cercas, y faroles.  Nos esforzamos desesperadamente por comprar ese último regalo (o muchos de ellos) para poder intercambiarlos en reuniones familiares y empresariales.  Todo esto se dice ser parte del “sentimiento de Navidad” que por sí mismo suena como una cosa buena.  Pero otra vez, cual es el “sentimiento de la Navidad?” ¿Para qué es que nos esforzamos tanto en preparar? Si el “sentimiento de la Navidad” es simplemente para sentir la alegría, la emoción que anticipamos cuando estamos con nuestros seres queridos y amigos, acompañado de la ligera alegría de desenvolver un paquete maravillosamente envuelto, entonces podemos estar seguros de que esta Navidad será como la última.  Muchos de nosotros nos miramos unos a otros y nos decimos, “¡Que pronto se pasó! ¿A dónde se fue el tiempo?” ¿Por qué es esto? Me supongo que es porque generalmente nada pasa en Navidad que valga la pena.  Yo sé, esas no son palabras agradables a oír, (y tal vez que se me ha pegado la ira de Juan el Bautista), pero escúchenme.  Jesús no quiere que esta Navidad, o cualquier otro día de nuestras vidas sea igual que el resto.  Dios no se hizo hombre para entrar y decir “hola” para recordarnos que todavía está allí cuidando de nosotros desde algún lugar lejano, para que la respuesta propia en Navidad sea decirle hola educadamente y seguir muestro camino alegre como si fuéramos conocidos pasando unos a otros en la banqueta; una experiencia olvidable que podríamos decirle a nuestras esposas y niños casualmente en conversación “adivinen a quien vi hoy…” antes de discutir las cosas verdaderamente importantes como las cuentas y las promociones. ¡NO! Como dirían los Padres de la Iglesia de una forma u otra, ¡Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios! Si usted leyó esto y no reviso lo que se escribió otra vez, hay un problema.  Si eso no le explota la mente y hasta suena un poco herético, entonces esta Navidad pasara sin que pase algo que verdaderamente valga la pena.  Si, Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios. ¿Cómo sucede esto? Compartiendo en la vida misma de Dios a través de Su Don del Espíritu Santo.

Esta es la razón por la que el Hijo de Dios vino al mundo.  El tomo una naturaleza humana para que al sanarla de  la oscuridad del pecado y de la muerte la recrearía, disponiéndonos una vez más para poder participar en la vida para la cual fuimos creados desde el principio.  En otras palabras, al unirse hipostáticamente a la naturaleza humana, el Hijo de Dios hace posible que la familia humana se incorpore a la intimidad de la Vida Trinitaria.  Somos incorporados a esta vida en el bautismo del que habla Juan en el Evangelio de hoy.  Es el mismo Espíritu Santo que nos permite participar de la vida de Dios, dado a  nosotros a través del Hijo.  El Espíritu Santo es el Don que Jesús nos vino a otorgar.  Por esta razón la profecía de Isaías para este fin de semana habla de lo que tradicionalmente llegaron a ser conocidos como los dones del Espíritu Santo.  Estos dones no son otra cosa que las cualidades de Cristo que se hacen nuestras cuando recibimos el Don del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, fortaleza, piedad y temor de Dios.  Estas cualidades son parte integrantes de nuestro propio desarrollo como creaturas marcadas con el imago Dei en el momento de nuestra formación porque llevan a su madurez la vida de Dios dentro de nosotros.  Por esta razón, al escribir sobre el Sermón en el Monte, San Agustín emparejaba cada don con una bienaventuranza y una petición del Padre Nuestro, y de manera similar, San Tomas de Aquino las emparejaba con lo que el llamo “las virtudes capitales.” San Agustín añadiría que vivir una vida de virtud es esforzarse por la felicidad, y que “si la virtud conduce a la vida feliz, entonces no definiría la virtud de otra manera más que como el perfecto amor de Dios” (El Camino de la Iglesia Católica, página 22), mientras que San Gregorio de Nyssa iría un paso más allá a decir que ‘Dios es virtud.’

Amigos míos, lo que Dios tiene en mente para nosotros esta Navidad es una transformación radical, lo que Él quiere, en definitiva, es hacernos como El mismo. Y Él sabe que no podemos hacer esto por nuestra propia cuenta.  Él sabe que la única manera de llegar a ser como Él es que El primero se haga como nosotros.  Este es el significado de la época Navideña, y la época de Advenimiento es la anticipación de esa transformación.  Pregúntate a ti mismo ¿Qué pasaría si realmente me transformara  esta Navidad? Es difícil imaginarse, y para ponerlo simplemente, si nos permitiéramos ser transformados por la llegada de Cristo esta navidad (y todos los días), pasarían cosas que nunca nos podríamos imaginar.  Si queremos empezar a imaginar cómo sería esto, podríamos considerar las palabras de San Pablo que nos exhorta a “vivir en buen acuerdo, según el espíritu de Cristo Jesús.  Entonces ustedes, como un mismo corazón y una sola voz, alabaran a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:5-6).  Es difícil de imaginar tal harmonía en nuestro mundo de hoy, sin embargo, esto es precisamente lo que Isaías representa en nuestra primera lectura también, escribiendo que cuando el a quien el Espíritu del Señor aparezca: El lobo habitara con el cordero, la puma se acostara junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león, y un niño chiquito los cuidara…No cometerán el mal, ni dañaran a su prójimo en todo mi cerro santo, pues, como llenan las aguas el mar, se llenara la tierra del conocimiento de YAVE” (Isaías 11;6 Y 9).  Tal imagen, aunque increíble, es solo la punta del iceberg cuando se trata de lo que el poder de Dios puede hacer en nuestras vidas si lo dejamos.  Esta temporada, Dios desea mostrarle al mundo Su gloria, y ¡El desea demostrar Su gloria a través de ti! Porque la gloria de Dios es una persona humana viviente; y la vida de la persona humana consiste en contemplar a Dios” (San Ireneo, Contra las Herejías, BK 4.20.7).  El Hijo de Dios viene esta Navidad, ¿Lo contemplaras y aceptaras el Regalo de Su Vida, o le pasaras como a una persona común que encuentras en la banqueta?  Tu respuesta hará toda la diferencia en el mundo, no solo para ti, ¡sino que para todos con los que te encuentres!

Su sirviente en Cristo,

Tony

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