Tercero domingo de Tiempo Ordinario: 1-22-17
La Paz Sea Con Ustedes,
El pasado fin de semana vimos que, aunque ya pasamos de la temporada Navideña y pasamos a la temporada de Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico de la Iglesia, de ninguna manera nos hemos desviado del camino para explorar las profundidades del misterio de la Unión Hipostática, sino que tomamos un definitivo paso adelante explorando la implicación de identificar a Jesús como el Cordero de Dios. Así, encontramos que la ofrenda del Cordero de sí mismo no es una simple invitación a sanar que es extendida a la familia humana, que esta sepa-rada de Dios a causa del pecado, sino que es una invitación simultánea a participar en la misma vida de Dios haciéndose eco a la respuesta del Cordero, “este es mi cuerpo, que es entregado por ustedes,” ambos a nuestro Dios y a nuestro prójimo con todo lo que decimos y hacemos. Además, encontramos que este eco no es una respuesta extraordinaria o antinatural, sino una respuesta Eucarística que está muy de acuerdo con nuestra naturaleza, ya que refleja la respuesta del Hijo a través del cual la familia humana y toda la creación habían sido creadas en el principio. Este fin de semana, nos profundizamos aún más en la calidad aborigen de esta respuesta del Cordero que debemos vivir en nuestras propias vidas y sus implicaciones.
Si la primera lectura del libro de Isaías nos suena familiar, debería ya que se superpone con la primera lectura utilizada en la celebración litúrgica de medianoche en Navidad. Sus palabras más icónicas son “El pueblo de los que caminaban en la noche diviso una luz grande; los que habitaban el oscuro país de la muerte fueron iluminados” (Isaías 9:2). Por supuesto, que estas palabras tienen gran importancia acerca de quién es la persona de Jesucristo, pero para entender este significado, exploremos la función de la luz en general.
Imagínate en un cuarto oscuro. Mira a tu alrededor, ¿qué ves? Muy poco, si la oscuridad es penetrante e intensa, puede que ni siquiera puedas ver tu mano si la sostienes enfrente de tu cara. Por lo tanto, tienes muy poca capacidad de entender tu posición con respecto a los objetos que pueden estar alrededor de ti. Toma esto un paso más allá. Digamos que este cuarto en el que te encuentras está lleno de gente. ¿Que impacto tiene en tu habilidad de comunicarte a unos con otros? Hay confusión y desorden; el engaño es practicado fácilmente ya que no hay ninguna forma de confirmar la identidad de ninguna voz. En este escenario, la voz más fuerte es más que probable la que se va a apoderar, dictándoles la verdad al resto del grupo, fijando arbitrariamente las reglas del orden según su gusto, despreciando la voz de los individuos más callados, y cerrando por completo a aquellos que carecen de la capacidad de hablar, relegándolos a algún rincón de la habitación donde su existencia no se reconoce.
Mira alrededor, muy a menudo este ficticio cuarto negro es una descripción apropiada del mundo en el que vivimos. Sobre la fachada de un mundo abierto y brillante donde la opinión de cada uno importa, se proyecta una sombra de intolerancia. Aquellos sentados en posiciones de poder tratan de dictar lo correcto y lo incorrecto, mientras que aquellos considerados como miembros improductivos de nuestra sociedad son mezclados en las sombras, ya sea la sombra de un cuarto en un asilo de ancianos, en la esquina de una ciudad urbana, o dentro de la matriz de su madre. Sus voces son inauditas, su presencia en gran parte no reconocida y su futuro precario, ¿qué les sucederá en estas sombras? ¿saldrán algún día?
Regresen a ese cuarto oscuro. ¿Qué pasa cuando encienden la luz? Las circunstancias cambian rápidamente y dramáticamente. La verdad de las circunstancias en las que se encuentran se revela, el engaño ahora no se logra fácilmente y la presencia de todos es inevitable. En pocas palabras, con la oscuridad completamente disipada todos se enfrentan con la plena fuerza de la realidad. Este es precisamente el efecto previsto de la Luz de Vida que es Jesucristo en nuestras vidas. En el prólogo de Juan se nos dice que lo que había llegado a ser a través de la Palabra en el principio era vida, “y para los hombres la vida era luz,” (Juan 1:4), mientras que más adelante en el mismo Evangelio Jesús mismo nos dice que ‘el es la luz del mundo y que el que lo siga no caminara en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida’ (Juan 8:12). Vemos aquí una correlación obvia entre la luz y la vida, pero ¿qué es lo que trata de decirnos esto?
Lo que vemos aquí es un uso Platónico de la luz. ¿Qué quiero decir? Bueno, sencillamente, en la filosofía Platónica, la luz es una metáfora para el conocimiento de la verdad objetiva. Piensen aquí del “simile de la cueva” de Platón. La idea es sencillamente que la luz nos permite a comprender mostrándonos como realmente son las cosas. El cristianismo escogería este uso Platónico de la luz para describir a la persona de Jesucristo. La idea aquí es que Jesucristo nos revela la verdad objetiva de todas las cosas, que solo el, como el que a través del cual todas las cosas habían sido creadas puede (Juan 1:3). Además, lo hace todo como completo Dios y completo hombre. Así, en su misma persona, lo que significa ser Dios y lo que significa ser una creatura, y más específicamente una creatura humana, es revelada. A consecuencia, dentro de su misma persona vemos el orden propio o la relación de las cosas. Y lo que vemos en Cristo es que, al nivel más fundamental, la unidad es la base de toda realidad; unidad entre Dios y la humanidad y posteriormente de toda la creación, y unidad entre nosotros como consecuencia de esa unidad primordial.
Vemos esta idea en la obra de Agustín, quien escribe que “porque no hay sino una Palabra de Dios, a través de la cual todas las cosas fueron hechas, (Juan 1:1-6), que es la verdad inmutable, en la que todas las cosas son primordial e inmutable juntos…y todos son uno, y de hecho no hay más que un “uno” y una vida” (Sobre la Trinidad, Libro 4.3). Después, Agustín añadiría que la oscuridad de nuestra ignorancia fue disipada por la encarnación de la Luz de la Verdad que nos enseno que nuestra iluminación es participar en la Palabra, en esa vida que es la luz de los hombres.” (Sobre la Trinidad, Libro 4.4). Recuerden nuestra discusión sobre la respuesta del Cordero la semana pasada donde dijimos que no solo el Cordero llego a efectuar la salvación “para nosotros” sino que añadió una dimensión “con nosotros”. Vemos que la misma idea se nos relata en estas palabras de Agustín, i.e. no solo estamos destinados a ser iluminados por la Verdad de la Palabra, sino que también debemos ser iluminados metafísicamente, nuestra existencia transformada de la división del pecado y la muerte a la unidad de vida y luz en Jesucristo quien nos hace la luz del mundo, portadores de este mismo mensaje de la Verdad (Mateo 5:14).
Hace varias semanas mencionamos que para entender la historia de la gente judía, una historia que, con la llegada del Hijo de Dios Encarnado, toda la familia humana está destinada a participar (como es simbolizado por la celebración de la Epifanía). Vemos la importancia de esa comprensión una vez más este día.
Desde la perspectiva del pueblo judío, una de las tareas que el Mesías esperado debía de lograr era la reunificación del pueblo de Israel. Vemos que Jesús comienza esta tarea hoy en su llamado de los que serían doce disipulos, simbólico de las doce tribus de Israel. Por otra parte, la forma en la que llevo a cabo este trabajo está algo escondido en los detalles, pero es muy significativo. Para empezar, debemos reconocer que Jesús no se ocupa de reunificar un cuerpo político nacional, sino que está interesado en reunificar a toda la familia humana. Ahora, observen su metodología al hacer esto. Comienza el proyecto de reunificación en Galilea, específicamente en las regiones de Zabulón y Neftalí. Estas fueron las dos primeras regiones que fueron invadidas y exiliadas por los asirios de 733 a 732 aC, ya que eran las regiones situadas más al norte del país. Así, vemos aquí que Jesús comienza a reunificar al pueblo con aquellos que están más lejos históricamente y geográficamente de las mentes de la gente cuyo centro de atención era Jerusalén, la ciudad del templo donde Dios moraba. Por lo tanto, en su propia metodología Jesús significa que él tiene la intención de atraer a todo el mundo a sí mismo, incluso a los que están más alejados de Dios y del interés del pueblo, a aquellos que son ignorados y expulsados como una parte insignificante de la sociedad.
Amigos míos, hoy somos llamados a llevar a cabo, la misión como Pedro, Andrés, Santiago y Juan son llamados, y somos llamados a llevarlo a cabo de la misma manera que Jesús lo hizo, comenzando con los menos que nadie para que todos puedan unirse a la unidad primordial de Dios y de la creación. Hacemos esto respondiendo a su llamado como estos cuatro primeros discípulos lo hicieron i.e. inmediatamente, porque reconocemos en él, él Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6) y por lo tanto deseamos que todos experimenten lo que El sostiene en ofrenda, plenitud de vida en unidad con el (Juan 10:10). Además, como somos enviados a ser pescadores de hombres, llevamos con nosotros nuestras mismas personas como nuestras redes, con la mentalidad del Cordero, ofrecemos nuestras propias vidas como un regalo de amor a todos los que encontramos con la esperanza de que todos puedan ser uno (Juan 17:21) y compartir en la espléndida luz que es la vida y la gloria de nuestro Creador (Juan 17:22-23).
Su sirviente en Cristo,
Tony Crescio is the founder of FRESHImage Ministries. He holds an MTS from the University of Notre Dame and is currently a PhD candidate in Christian Theology at Saint Louis University. His research focuses on the intersection between moral and sacramental theology. His dissertation is entitled, Presencing the Divine: Augustine, the Eucharist and the Ethics of Exemplarity.
Tony’s academic publications can be found here.
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