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La Escuela de la Felicidad

Séptimo domingo de Tiempo Ordinario: ciclo A

La Paz Sea con Ustedes,

Los últimos fines de semana nos han encontrado haciendo nuestro camino por el Sermón de la Montana.  Y como avanzamos, siempre hemos tenido en cuenta que el que nos proclama estas palabras es la misma Palabra de Dios mismo, Jesucristo,  por quien todas las cosas llegaron a existir (Juan 1:1-3; cf. Colosenses 1”16).  Teniendo la firme confianza, entonces, que el que habla es Dios de Dios y verdadera Luz de verdadera Luz, hemos procurado entender las palabras pronunciadas como rayos de Luz cayendo sobre un mundo que ha sido distorsionado por la oscuridad del pecado para que pueda ser visto nuevamente por lo que es y así poder vivir según su propósito; i. e. para que pueda participar en la Vida de la que fue sacada.  Esta comprensión conceptual del Sermón de la Montana fue nuevamente traída a nuestra atención la semana pasada cuando vimos a Jesús como legislador.  Así pues encontramos que era necesario trasformar nuestra comprensión de la “ley” en este contexto de nuestra concepción habitual de ella como una imposición exterior a nuestra libertad a un pronunciamiento de la forma en que las cosas han sido creadas, revelándonosla para  que podamos vivir de acuerdo con nuestra naturaleza y así cada vez experimentar más la vida plena. Este fin de semana, continuamos con las dos últimas de las seis llamadas “antítesis” del Sermón de la Montana, las cuales nos revelaran que lejos de limitar la libertad humana, nuestro Dios procura verdaderamente liberarnos.

Recuerden sus días de su niñez, sus días en sus casa y en la escuela. Recuerden sus mejores recuerdos de aprendizaje; ya sea la instrucción de un padre, abuelo, maestro, etc. ¿Cómo les ensenaron a crecer estos individuos, a aprender a distinguir el bien del mal o aprender las tablas de multiplicación? Los mejores de nuestros profesores muestran una paciencia muy especial. Ellos emprendieron su oficio de instrucción con el mayor cuidado; Diagnosticando nuestra falta de habilidad y aplicando la terapia apropiada necesaria para que floreciéramos en cualquier área que se les encomendara para supervisar nuestro desarrollo. Sabían exactamente que disciplina era apropiada para cualquier ocasión de actuar fuera de orden, sabiendo que para que pudiéramos desarrollarnos, era importante para nosotros permanecer centrados en la tarea a mano. Y todo el tiempo, sin que nosotros sepamos, cada acción que emprenden tiene en mente movernos por el camino de novatos al de expertos, los mejores de ellos compensan nuestros errores inesperados en la danza del desarrollo para hacerlo aparecer como si hubiera sido parte de la rutina todo el tiempo.

Cuando se trata del salón de clases de la vida, tenemos solamente un Maestro que emplea todas las técnicas del instructor más erudito mientras que simultáneamente las ejecuta con el cuidado de una madre. San Agustín escribió que “Hay uno en el cielo que es Maestro de todos…Que nos impulsa externamente a través de los hombres por medio de signos, para que seamos instruidos a ser interiormente volteados hacia El” (El Maestro, 13.46). Este Maestro, ha estado instruyendo la familia humana desde que nos trajo a la existencia, continuamente guiándolos hacia el alcance de su potencial máximo que fue revelado últimamente en la Encarnación del Hijo de Dios.

Esta comprensión de Dios como el Maestro de la humanidad aparece con cierta frecuencia en las escrituras de los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, Atanasio comprendió que Dios estaba utilizando varias técnicas para revelarse a sí mismo y el propósito de la familia humana a lo largo de la historia. La primera entre ellas fue nuestra creación a la imagen y semejanza de nuestro Dios, sin embargo, como buen maestro, Dios anticipando la debilidad de sus estudiantes, aseguro de que si ellos no se preocupaban de reconocerlo a través de sí mismos, a través de las obras de la creación ya no podrían ser ignorantes de su Creador” (Sobre la Encarnación, 12). En el relato de Atanasio, otros medios de instrucción incluían la Ley y los profetas, que según él lo veía, estaban destinados no solo para los Judíos sino “para todo el mundo habitado,” destinado a funcionar como “una escuela sagrada del conocimiento de Dios y la conducta del alma” (ibid).

En el empleo de varias “técnicas” pedagógicas, Ireneo vio el largo sufrimiento de Dios, i.e. su paciencia y cuidado para la familia humana, “porque Dios hizo al hombre un agente libre desde el principio, poseyendo su propio poder…para obedecer voluntariamente los mandatos de Dios, y no por compulsión de Dios. Porque no hay coerción con Dios sino una buena voluntad para con nosotros está presente con El continuamente.” (Contra las Herejías, Libro 4.37.1). En pocas palabras, lo que los Padres de la Iglesia notaron cuando miraron hacia atrás, en la interacción entre Dios y la familia humana que había tomado lugar a través de la historia vieron una instrucción que tomaba lugar y que era destinada a revelar quien es Dios a la familia humana y por lo tanto hacer conocer su propio propósito conocido por ellos mismas; que en última instancia, el propósito es que ellos deben de ‘ser santos porque él es santo’ y que deben ‘amar a su prójimo como a ellos mismos,’ como vemos en nuestra primera lectura de Levítico este día (Levítico 19:2 y 18).

Esto es precisamente lo que vemos que Jesús hace en la lectura del Evangelio de hoy de Mateo. Aquí es importante recordar tres cosas: 1) la lectura de hoy todavía es parte del Sermón de la Montaña; 2) el Evangelio de este fin de semana está directamente conectado con el de la semana pasada, que componen las dos últimas de las seis “antítesis” del Sermón de la Montaña, como se señaló anteriormente (N.B. los “antítesis” son los pasajes que comienzan con, ‘Ustedes oyeron que se dijo…    pero yo digo); y, quizás lo más pertinente para nuestra discusión de hoy 3) en el Evangelio de la semana pasada, Jesús comienza recordándonos que “el no vino a suprimir la Ley y a los profetas, sino para cumplirlas’ (Mateo 5:17-18), indicando así, que El sigue la misma pedagogía de la familia humana que había estado ocurriendo por milenios.

Las dos “antítesis” incluidos en el Evangelio de hoy son difíciles de entender, lo que es evidente por la amplia gama de opiniones sobre exactamente lo que Jesús tenía en mente cuando las dijo. Por ejemplo, hay algunos eruditos que creen que la norma moral que Jesús formula es tan alta que debe de haber estado hablando superfluamente, refiriéndose especialmente al amor a los enemigos y a la entrega de nuestras pertenencias temporales a la injusta petición de otro. Otros sugieren que Jesús quería decir  exactamente lo que dijo, y que realmente espera que todos vivamos en la pobreza y como pacifistas. Mi respuesta caería en medio de estas soluciones.

Así que ¿dice Jesús en serio lo que dice en estas antítesis? Dando que la serie termina con Jesús pronunciando las palabras, “Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mateo 5:48); eso ciertamente parece ser el caso. Podríamos ser capaces de llegar  a esto si recordamos que, tradicionalmente, se nos ensena que Jesús cumple el triple papel de Sacerdote, Profeta y Rey. Este día, lo vemos como Profeta o Maestro (N.B. solo aislamos este papel aquí con el fin de que sea más fácil de entender, esto no es sugerir que las tres oficinas se ejecutan independientemente una de la otra por Cristo; es decir, no es Maestro aquí, Sacerdote allá, y Rey en otro episodio, sino todos simultáneamente en cada acción), sin embargo, Jesús es diferente a cualquier otro maestro. Como el teólogo ortodoxo Dimitru Saniloae escribe, Jesús “es el Maestro en el sentido supremo a través de su propia Persona, pues es de su persona que fluye su enseñanza, una enseñanza que muestra el verdadero camino para la persona humana hacia la perfecta eternidad de la existencia” (La Experiencia de Dios, capitulo 5).

Noten la profundidad de estas palabras, lo que se está describiendo aquí no es simplemente una inclinación emocional hacia el bien que resulta en acción exterior, sino que las acciones existenciales de Jesús, tanto sus palabras como sus acciones son descriptivas de su persona. Por ejemplo, el que nos amonesta a no devolver la violencia con violencia sino a dar la otra mejilla literalmente lo hará en vísperas de su Pasión; el que nos dice que demos nuestra túnica al que nos la pida es el Rey que estará desnudo sobre la cruz; el que nos exhorta a ir dos millas con el que nos pide que viajemos una es el mismo Hijo de Dios que recorrerá las profundidades abandonadas por Dios con el fin de levantar la familia humana caída; el que nos llama a dar a quien nos suplica es el mismo sacrificio que voluntariamente da toda su vida por amor, y el miso que nos pide que amemos a nuestros enemigos es el mismo Cordero de sacrificio que ofrecerá oraciones por amor a los que le escupieron y se burlaron de él, lo coronaron con espinas y lo clavaron a un árbol. Todas estas acciones fluyen naturalmente de la vida de la unión hipostática; De la persona de Jesucristo, que es verdadero hombre perfectamente unido al verdadero Dios. Así es como debemos entender a Staniloae cuando dice Jesús es su enseñanza.

Amigos míos, hoy Jesús tiene exigencias extremas para nosotros; exigencias tan extremas que nos llaman a la perfección y nada menos. Si, Jesús exige que vivamos la ley y la vivamos perfectamente; Por ultimo lo que esto exige de nosotros es que vivamos una vida de perfecto amor, tal como él lo hizo. ¿Por qué tan grande demanda? ¡Porque tú fuiste hecho para ser perfecto! ¡Por tu misma naturaleza fuiste hecho para la perfección de compartir la Vida Divina! Esta es precisamente la lección que subyace a todas las lecciones que Jesús tiene para nosotros y lo proclama en su misma Persona. Si, El que es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre, en perfecta comunión de amor esta hoy ante nosotros y declara que este es nuestro destino. En el análisis final no seremos comparados con nuestros vecinos, no podremos decirle a Dios, “bueno, sí, pero no soy tan malo como él.” Si ese es el estándar por el que vivimos, podemos estar seguros de que el día en que nos encontremos con el Padre Cara a cara, nos mirara y nos dirá, “no te pareces nada a mi Hijo.” Solo tenemos una comparación que hacer, solo tenemos una imagen que imitar que Es la misma imagen de Dios quien sirvió como el modelo de nuestra creación, Jesucristo (Colosenses 1:15). Y su vida es una señal para nosotros como una promesa de que aunque las demandas son extremas, si nos atrevemos a seguirlo, el está allí para ofrecernos una abundancia de misericordia para ver que lleguemos a salvo al amoroso abrazo de la vida divina; La única vida de perfecta felicidad.

Su sirviente en Cristo,

Tony

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