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La Alegría de la Oración

joyXXIX Domingo Ordinario: 10-16-16

La Pas Sea Con Ustedes,

La semana pasada fuimos exhortados a vivir con actitud de gratitud, estando siempre agradecidos por el regalo de vida que Dios nos concede (Hechos 17:28).  Encontramos ejemplos de esta actitud de gratitud en Naamán el leproso en nuestra primera lectura del Segundo libro de Reyes, y en el Samaritano leproso en la historia del Evangelio.  Este domingo, se nos da cierta dirección en cuanto a cómo es que podemos vivir con este tipo de visión de la vida, que nos asegura a permanecer cerca de nuestra fuente de la vida.

La comunicación es la fundación de toda relación.  Compañías como Hallmark, AT & T, Twitter y Facebook, han construido sus empresas sobre la base de este aspecto fundamental de la vida humana.  En breve, nos damos cuenta que si queremos mantener las relaciones con los demás, la comunicación debe de llevarse a cabo.  El agüe de las redes sociales da evidencia al hecho que, como seres humanos, sentimos la necesidad de comunicarnos, de compartir todo, desde ideas (algunas buenas, otras no tan buenas), hasta los sentimientos.  Esto es una cosa buena, ya que la comunicación  conduce a mayor comprensión mutua.  Consideremos las amistades que se desarrollan  entre nosotros, se forman sobre el tiempo y crecen a medida que nos conocemos más profundamente.  En breve, comunicarnos es una función de nuestra humanidad, una humanidad que solo puede ser vivida al máximo en comunión con Dios.  Esta comprensión de lo que somos el la base de nuestras lecturas de hoy.

En nuestra primera lectura de hoy encontramos al pueblo de Israel en camino a la tierra prometida, y como van, se encuentran con los ejércitos de Amalec, los cuales intentan a impedirles su viaje.  Esta es una buena metáfora para nuestra jornada en la fe.  A veces, encontraremos cosas que nos impiden a acercarnos mas cerca de Dios; algunas veces estos impedimentos son más grandes, a veces más pequeños.  Sin embargo, cualquiera que sea el grado de la dificultad, Moisés nos proporciona una buena respuesta.  Encontramos a Moisés en camino a la cima de una colina como el ejército de Israel se dispone a comenzar la batalla (Éxodo 17:10).  Hablando bíblicamente, encuentros con Dios muy a menudo ocurren en lugares con gran altitud, e.g. el episodio de la zarza ardiente (Éxodo 3); La profecía de Isaías con respecto a todas las naciones que se unen para adorar en la montaña santa de Dios (Isaías 2:2-4); y la Transfiguración (Mateo 17:1-9, Marcos 9:2-8, Lucas 9:28-36) para nombrar unas pocas.  La idea básica es que para encontrarnos con Dios debemos elevarnos a un plano que esta “más alto” de nuestras experiencias normales de cada día.  Después, dense cuenta de la acción de Moisés.  Cada vez que Moisés levanta sus brazos, Israel tiene éxito en la batalla, pero cuando los baja, Israel sufre regresión.  La idea expresada aquí es que cuando Moisés se eleva a Dios, simbólico de la oración, Israel es capaz de avanzar, pero cuando se para la oración, Israel es abrumado.  Eso es lo que pasa con nosotros.  En nuestras relaciones, es crítico que mantengamos las líneas de comunicación abiertas.  Si las líneas de comunicación se cierran, experimentamos un retraso en la relación.  Esta es la misma cosa que sucede en nuestra relación con Dios.  Si guardamos las líneas de comunicación abiertas con oración,  cada vez nos acercamos más a Él, pero si paramos la oración, experimentamos un retraso en la relación.  Esta es la misma idea que Jesús nos comunica en el Evangelio de hoy.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos cuenta una parábola acerca de una viuda que siempre va a ver a un juez injusto para pedirle que rinda una decisión justa para ella contra su enemigo (Lucas 18:2-3).  El hecho que la mujer es viuda en la parábola es muy significante.  En aquellos días, siendo una viuda significaba que su propia vida estaba en peligro ya que las mujeres en gran parte, no eran capaz de mantenerse por sí mismas.  No se nos dice que mal se le ha hecho a la viuda; solo sabemos que se está enfrentando a algún tipo de juicio en su vida provocado por alguien que le ha hecho un mal.  Por  lo tanto, la viuda le ruega al juez que le dé una decisión justa a su caso.  En otras palabras, la viuda está abogando por su bienestar, sabiendo que su bienestar depende de la sentencia de este juez.  Es más, ella lo hace con gran persistencia, hasta el punto de que el juez cede su petición.  En breve, la viuda reconoce su situación precaria; ella reconoce que sin la ayuda de este juez, su vida está en peligro.  Este es el ejemplo que Jesús pone enfrente de nosotros como paradigma de cómo es que debemos rezar.

En su famosa carta a Proba, una viuda rica, San Agustín la exhorta a que rece siempre como “uno que esta desolado.” En otras palabras, como alguien que es radicalmente dependiente de Dios para todas las cosas, lo cual hubiese sido difícil para ella ya que era rica y capaz de hacerse cargo de su bienestar  temporal por su propia cuenta.  Este es un peligro en el cual muy a menudo caímos en nuestras vidas. Miramos a nuestro alrededor y vemos que tenemos todas nuestras necesidades básicas y hacemos esa falsa suposición, aunque no tengamos esa intención, que somos de alguna manera autodependientes.  Lo que nuestra lectura de hoy, y lo que San Agustín le escribió a Proba nos recuerda que nada podría estar más lejos de la verdad.

Amigos míos, la belleza de la persona humana es que hemos sido sellados con la misma imagen y semejanza del Dios Quien nos ha creado.  Esto quiere decir muchas cosas, pero a fondo lo que quiere decir es que para vivir una vida plenamente humana necesitamos estar en perfecta comunión con Dios; a la inversa, aparte de Dios, no podemos vivir una vida plenamente humana.  Esta es la gran lección de la Encarnación, Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, unidos hipostáticamente en una sola persona.  Esta es la vida a la cual estamos destinados a vivir.  Tristemente, esta no es la situación en que nos encontramos.  Desafortunadamente, vivimos en un mundo que está lleno de pecado.  Miren a su alrededor, la violencia, el odio, la división, la enfermedad, y la misma muerte, nos dice que las cosas no son como lo deberían ser.  Como cristianos, creemos que la única anécdota para nuestra situación es la solución que encontramos en Jesucristo, y por eso vivimos día con día tratando de acercarnos más a él.  A fin de hacer esto, tenemos que guardar las líneas de comunicación entre Dios y nosotros abiertas en todo momento (1 Tesalonicenses 5:16-18).  Al hacerlo así, tendremos la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), porque vamos a saber que el Dios que permitió al pueblo de Israel a superar los obstáculos a los cuales se enfrentaban nos ayudara a hacer lo mismo, todo el tiempo dándonos cuenta de la verdad en lo que nos dijo; Que aparte de Él, no podemos hacer nada (Juan 15:5), pero unidos con el produciremos abundantes frutos y nuestra alegría será completa (Juan 15:8 y 11).

Su sirviente en Cristo,

Tony

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