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Ascendiendo La Montaña

Mountain ClimberXXI Domingo Ordinario: 8-21-16

La Paz Sea Con Ustedes,

La semana pasada, oímos el mensaje inquietante que el camino de discipulado es muy a menudo solitario ya que viviendo una vida de acuerdo con el evangelio nos lleva a vivir de una manera que no solamente es muy diferente a la del resto del mundo, pero en muchos casos, va contra de lo que enseña el mundo, conduciendo a persecución en varios grados.  Este fin de semana, encontramos un mensaje que a la vez continúa el tema que el discipulado es difícil, y nos ofrece palabras consoladoras de inclusión.

En nuestra primera lectura de Isaías se nos da esperanza con un mensaje de inclusión.  De allí, encontramos al profeta relatando el mensaje que Dios vendrá a juntar a todas las naciones y lenguas para que vengan a adorar en Su montaña santa, es un mensaje similar al que oímos a Jesús expresar en el evangelio de hoy (cf. Isaías 66:18 y 20, Lucas 13:29).  Que este es un mensaje de esperanza es muy obvio, dando que en esta época en que casi no pasa un día que no oímos de algún acto de violencia siendo cometido por un pueblo contra otro, muy a menudo afirmando que es su ideología religiosa que les llama a actuar de tal manera.  Siendo este el estado de asuntos mundiales, es al mismo tiempo difícil imaginar una situación en la que todos los pueblos se reúnen para adorar a su Creador en paz, pero es un mensaje en el cual nos gustaría tener esperanza.  Sin embargo, este mensaje de esperanza no termina aquí.  Porque no es solo la restauración de la paz de lo que habla el profeta, sino, que es la restauración de la familia humana a su legitima relación con nuestro Dios.

Desde el principio de la historia de la salvación en Génesis a su culminación en el Calvario, ha sido la intención de nuestro Dios que vivamos en perfecta armonía con Él y también unos con otros.  Perfecta armonía con nuestro Dios implica que Le ofrezcamos apropiada alabanza, i.e. que cometamos toda nuestra vida y todo lo que se nos ha dado como completa ofrenda amorosa para Él.  Por esta razón, cuando nos damos cuenta que alabanza apropiada no se le ofrece a Dios (e.g. la ofrenda de Caín), que la familia humana ha tomado pasos para ganar sus propios diseños en vez de el propósito para el cual han sido creados (e.g. en Babel), o que la gente ha sido prevenida de dar alabanza a su Dios (e.g. Éxodo), Dios interviene para que esta situación sea remediada.  La culminación de tal intervención toma lugar en el Calvario, donde el tendió un puente entre el abismo del cielo y de la tierra con su entrega total de sí mismo en nombre de la familia humana, el Unigénito Hijo de Dios respira por última vez diciendo, “Todo está cumplido” (Juan 19:30).

Lo que encontramos aquí, son las acciones de un amante en nombre de su amado, un amado tan querido que el amante hará todo lo posible en su poder para eliminar todo lo que los separa.  Dicho esto, al igual que con cualquier amor verdadero, el amante no forzara a el amado a que lo elija a él.  Aunque el está dispuesto a hacer todo lo que pueda para hacer esta unidad posible, el sabe que no puede existir ninguna relación si no es elegida libremente.

Podemos preguntar, ¿si este es realmente el caso, entonces porque dice Jesús esas palabras ominosas en el evangelio de hoy, donde lo encontramos diciéndonos que ‘muchos no lograran a entrar por la puerta angosta,’ forzados a permanecer afuera de la casa del Padre, esencialmente rechazados por el (cf. Lucas 13:24 y 27)?  Después de todo, ¿si Dios realmente quiere estar con nosotros, que realmente importa lo que hagamos?

Mis amigos, la respuesta es bastantemente simple.  Solo hay una manera para demostrarle activamente a Dios que en realidad, lo amamos, y eso es amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo, como a nosotros mismos (cf. Lucas 10:27).  Si deseamos saber cómo se ve cuando  amamos a Dios y al prójimo de esta manera, solo tenemos que mirar a un lugar, la Cruz.  Es la Cruz la que nos sirve como modelo para el éxito, por así decirlo.  Porque, solo aquellos que están dispuestos a renunciar en totalidad de sí mismos por amor de los demás, que se puede decir que verdaderamente aman a Dios, como nos dice Jesús muy conmovedoramente en El Juicio Final (Mateo 25:31-46).

Desde luego, esto se oye mucho más fácil de hacer de lo que realmente es poner en práctica.  Después de todo, no hemos sido llamados a amar solo a aquellos que nos aman, sino a amar a todos, i.e. desear el bien absolutamente para todos.  Y, dado el mensaje que oímos el pasado fin de semana, si elegimos vivir una vida de acuerdo con el evangelio, es muy probable que vamos a pasar una gran cantidad de tiempo y energía amando a los que no corresponden esta buena voluntad.  Es por esta razón que el autor de Hebreos nos dice hoy que debemos ver a nuestras adversidades como disciplina, porque es este aumento en disciplina que algún día nos llevara a ‘compartir de la santidad de Dios’ (Hebreos 12:10).

 

¡Mis amigos, compartir de la santidad de Dios, no es otra cosa que compartir en su propia vida! Es esto para lo que hemos sido creados, y es en realidad un llamado glorioso.  Es más, es un llamado que todos compartimos independientemente de raza o credo, porque es nuestro llamado mutuo como seres humanos.  Sin embargo, hay que recordar que no es en nuestras condiciones que subimos a la montaña de Dios donde vamos a compartir de su vida eterna.  Mejor dicho, esta montaña solo se puede escalar siguiendo los pasos de aquel que es el Camino, Jesucristo.  Este domingo es el Camino quien nos dice que muchos no entraran por esta puerta estrecha.  ¿Por qué? Ellos verán hacia a donde llevaron sus pasos y verán un lugar de sufrimiento y muerte, en lugar de verlo como lo que realmente es; el lugar de amor total, felicidad completa y vida eterna.  Este domingo, escoge a ver lo que muchos no ven y vive lo que ves.  Al hacerlo así, no solamente se te asegurara que el camino que sigues conduce a una vida de gloria, pero que el amor que vives también llevara a todos, al mismo tiempo, a un paso más cerca de unos a otros, y también a un paso más arriba en la montaña de Dios.

Su sirviente en Cristo,

Tony

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